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El padre literario de la criatura no nos da demasiados datos acerca del barón Scarpia. Siciliano de nacimiento, ha sido colocado recientemente en la jefatura de la policía vaticana por la corte de Nápoles. Ya gozaba antes de ello de una reputación como perseguidor implacable de todo liberal que se cruzara en su camino. Y también goza de otra reputación, ser "cruel por diletantismo, sanguinario hasta en sus orgías". Sardou también nos da entender que habría intentado someter a la marquesa Attavanti al mismo chantaje que somete a Tosca, naturalmente a cambio de la vida de su hermano. Pero la marquesa ha tenido más suerte que Floria, y ha conseguido organizar antes la fuga de Angelotti. El Scarpia de Sardou, por otra parte, conserva una lucidez de la que carece el personaje tratado por los libretistas Illica y Giacosa, pues jamás pierde de vista que su objetivo principal debe ser detener al evadido. Como la reina María Carolina le advierte, "tenéis muchos enemigos", dando a entender que su posición es precaria y que podría ser desalojado de su cargo de fracasar en su misión. Sólo en el último acto, Scarpia pierde el control y es entonces cuando Tosca venga su humillación y la destrucción de todo cuanto es (Scarpia convierte a esta pacífica y piadosa joven en una asesina y una suicida, ambas cosas que no se complementan bien con su ferviente religiosidad) asesinándole. Sin embargo la maldad de Scarpia se prolonga más allá de la muerte, pues de todos modos la muerte de Cavaradossi estaba decidida.
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