La Vestale es una de esas óperas de las que todo aficionado ha oído hablar por su importancia histórica, pero que no todos tienen en su discoteca, sea porque le desagradan las grandes óperas con ballet incluído (claro que eso da lo mismo porque el ballet, o los ballets de La Vestale se cortan en la práctica totalidad de representaciones y/o grabaciones, por otro lado no muy numerosas), sea por cualquier otra cuestión. Sin embargo, sin llegar a la afirmación de su autor que defendía ( è modesto il signorino, diría la otra) que desde que se compuso La Vestale todas las óperas la habían saqueado y plagiado hasta la saciedad, no se puede negar su importancia. Hoy cumple doscientos años.
¿Y quién era el autor de La Vestale? Gaspare Spontini, nacido en Maiolati, cerca de Ancona (y que hoy se llama Maiolati-Spontini), mimado por la Corte Imperial de Napoleón como Gluck lo había sido por la de Maria Antonieta, odiado por los compositores franceses que tenían que soportar que él o Cherubini gozaran de mayor favor en aquel París de principios del siglo XIX. Muchos años más tarde, caído el Imperio y pasada su etapa de mayor gloria, acabaría Don Gaspar dirigiendo sus obras y las de otros en Berlín, donde lo conoció Wagner. Un personaje peculiar, vestido sempiternamente de verde oscuro, con todas sus condecoraciones encima, severo como un mariscal napoleónico, perfeccionista, miope, pero demasiado orgulloso para llevar anteojos (esto último le llevaba a colocar a los músicos siempre en el mismo puesto para poder "controlarlos" mejor; se dice que así se originó la colocación moderna de las orquestas... aunque no habría manera de verificarlo, supongo). No era la persona más apacible del mundo, aunque la acusación de un crítico, Rellstab, de que Spontini ayudó a Salieri a envenenar a Mozart (!) resulta francamente absurda (este pobre Salieri, siempre de por medio...).
La Vestale, bastante popular durante la primera mitad del siglo XIX, acabó en el cajón del olvido durante largo tiempo. Ponselle y otras divas cantaron las arias de Julia, o Giulia en su versión italiana. En 1951 la RAI grababa la ópera con Maria Vitale en el papel principal. Pero, en fin, una vez más, el honor de la exhumación corresponde a Callas. El tándem Callas-Visconti puso en escena en la Scala las aventuras y desventuras de esta joven vestal que recuerda ciertamente a Norma (una virgen que traiciona sus votos por amor, un heroico general romano, etc), pero que acaba bien y en brazos del amado, al contrario que la sacerdotisa de Irminsul. Y es que la era romántica aún no había irrumpido plenamente a principios de 1807. Giulia era plenamente neoclásica. Más de David que de Delacroix.
La historia es bien simple: dos amantes, Giulia y Licinio, se ven separados por las circunstancias. El padre de la joven, opuesto al matrimonio entre ambos, ha hecho jurar a su hija que se consagrará a Vesta. Licinio, antaño sin fortuna, vuelve de las Galias a Roma convertido en héroe, pero, desgraciadamente, se encuentra a su Giulia condenada a la virginidad y encerrada en el templo de Vesta. Aun así, se las arregla para internarse en el sagrado recinto y verla. La llama de la diosa que Giulia custodia se apaga, y los amantes son sorprendidos, aunque Licinio logra huir y ella se niega a delatarlo. Condenada a ser enterrada viva, Giulia salva su vida cuando la diosa enciende con un relámpago el altar apagado; liberada de sus votos puede al fin reunirse con su amado. Resumiendo en palabras de Callas, una de sus principales valedoras: "Una Norma neoclásica con final feliz".
Como quiera que servidora tiene una peculiar obsesión con esta ópera (gracias a Ella, entre otras cosas), no vendrá mal recordarla aparte de con todo lo anterior, con una serie de audiciones. Cree o no a nuevos "vestalistas" (crear forzadestineros es más fácil", allá van.
En primer lugar, la obertura, en grabación de estudio con Gustav Kuhn al palo y la orquesta de la radio bávara. Los demás audios corresponden (preparad los oídos, pues el que colocó los micrófonos aquella noche no anduvo muy fino) a la representación escalígera de 1954, con Callas, Corelli y Votto. He aquí la obertura:
Del acto I destaca la escena de Giulia Oh di funesta possa... Ti vedrò fra momenti, o mio bene, aquí con Maria Callas. Son más conocidas Tu che invoco, Caro oggetto y O Nume tutelar, por eso no las incluyo en la selección:
En esta edición escalígera bajo la dirección de Votto, pese a los cortes de rigor, sí se incluyó el ballet (*) y el coro que cierran el primer acto que podéis escuchar aquí
El dúo del Acto II en el interior del templo de Vesta, después del famoso Tu che invoco:
Por último, la marcha fúnebre y el coro que acompañan a Giulia hacia la tumba en vida. Claro que la diosa tendrá piedad:
¿Y quién era el autor de La Vestale? Gaspare Spontini, nacido en Maiolati, cerca de Ancona (y que hoy se llama Maiolati-Spontini), mimado por la Corte Imperial de Napoleón como Gluck lo había sido por la de Maria Antonieta, odiado por los compositores franceses que tenían que soportar que él o Cherubini gozaran de mayor favor en aquel París de principios del siglo XIX. Muchos años más tarde, caído el Imperio y pasada su etapa de mayor gloria, acabaría Don Gaspar dirigiendo sus obras y las de otros en Berlín, donde lo conoció Wagner. Un personaje peculiar, vestido sempiternamente de verde oscuro, con todas sus condecoraciones encima, severo como un mariscal napoleónico, perfeccionista, miope, pero demasiado orgulloso para llevar anteojos (esto último le llevaba a colocar a los músicos siempre en el mismo puesto para poder "controlarlos" mejor; se dice que así se originó la colocación moderna de las orquestas... aunque no habría manera de verificarlo, supongo). No era la persona más apacible del mundo, aunque la acusación de un crítico, Rellstab, de que Spontini ayudó a Salieri a envenenar a Mozart (!) resulta francamente absurda (este pobre Salieri, siempre de por medio...).
La Vestale, bastante popular durante la primera mitad del siglo XIX, acabó en el cajón del olvido durante largo tiempo. Ponselle y otras divas cantaron las arias de Julia, o Giulia en su versión italiana. En 1951 la RAI grababa la ópera con Maria Vitale en el papel principal. Pero, en fin, una vez más, el honor de la exhumación corresponde a Callas. El tándem Callas-Visconti puso en escena en la Scala las aventuras y desventuras de esta joven vestal que recuerda ciertamente a Norma (una virgen que traiciona sus votos por amor, un heroico general romano, etc), pero que acaba bien y en brazos del amado, al contrario que la sacerdotisa de Irminsul. Y es que la era romántica aún no había irrumpido plenamente a principios de 1807. Giulia era plenamente neoclásica. Más de David que de Delacroix.
La historia es bien simple: dos amantes, Giulia y Licinio, se ven separados por las circunstancias. El padre de la joven, opuesto al matrimonio entre ambos, ha hecho jurar a su hija que se consagrará a Vesta. Licinio, antaño sin fortuna, vuelve de las Galias a Roma convertido en héroe, pero, desgraciadamente, se encuentra a su Giulia condenada a la virginidad y encerrada en el templo de Vesta. Aun así, se las arregla para internarse en el sagrado recinto y verla. La llama de la diosa que Giulia custodia se apaga, y los amantes son sorprendidos, aunque Licinio logra huir y ella se niega a delatarlo. Condenada a ser enterrada viva, Giulia salva su vida cuando la diosa enciende con un relámpago el altar apagado; liberada de sus votos puede al fin reunirse con su amado. Resumiendo en palabras de Callas, una de sus principales valedoras: "Una Norma neoclásica con final feliz".
Como quiera que servidora tiene una peculiar obsesión con esta ópera (gracias a Ella, entre otras cosas), no vendrá mal recordarla aparte de con todo lo anterior, con una serie de audiciones. Cree o no a nuevos "vestalistas" (crear forzadestineros es más fácil", allá van.
En primer lugar, la obertura, en grabación de estudio con Gustav Kuhn al palo y la orquesta de la radio bávara. Los demás audios corresponden (preparad los oídos, pues el que colocó los micrófonos aquella noche no anduvo muy fino) a la representación escalígera de 1954, con Callas, Corelli y Votto. He aquí la obertura:
Del acto I destaca la escena de Giulia Oh di funesta possa... Ti vedrò fra momenti, o mio bene, aquí con Maria Callas. Son más conocidas Tu che invoco, Caro oggetto y O Nume tutelar, por eso no las incluyo en la selección:
En esta edición escalígera bajo la dirección de Votto, pese a los cortes de rigor, sí se incluyó el ballet (*) y el coro que cierran el primer acto que podéis escuchar aquí
El dúo del Acto II en el interior del templo de Vesta, después del famoso Tu che invoco:
Por último, la marcha fúnebre y el coro que acompañan a Giulia hacia la tumba en vida. Claro que la diosa tendrá piedad:
(*) Como en el tiempo en el que se escribió esta entrada no había escuchado la única grabación integral de La Vestale (esto es, la de Muti), no sabía que lo que Votto hace es en realidad un "mix" del Ballet del Acto I (no presentado en su integridad), para luego cortar Caro oggetto, un aria que dura dos minutos de reloj. Bastante absurdo, qué queréis que os diga.
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