sábado, 5 de abril de 2008

Karajan, 100 años

Decían los vieneses, medio en serio medio en broma, que "Wolfgang Amadeus Mozart vino al mundo en Salzburgo, lugar de nacimiento de Herbert Von Karajan". Supongo que nacer en Salzburgo, con un hermano que se dedica a la música (era organista y las lenguas viperinas aseguran que su ilustre pariente le ordenó, alcanzada la fama, que no usara el apellido familiar) y un padre que la tenía como afición (era médico, pero tocaba el clarinete) debió de influir en el que se convertiría en el más famoso de los directores de orquesta del siglo XX (con permiso de Toscanini, claro), y el que más discos vendió. ¿O no fue así? Los inicios de la carrera de Herbert Von Karajan, se ha dicho mil veces, estuvieron muy ligados a la pertenencia al partido nazi, aunque Hitler no lo apreciaba demasiado desde que, dirigiendo de memoria (como solía) la obertura de los Maestros Cantores de Nuremberg, cometió un error. "Si este mequetrefe continúa en el teatro, no volveré a él", dicen que comentó. Pese a eso, Das Wunder Karajan, el "Milagro Karajan" (como se le llamó en 1938 después de dirigir Tristan und Isolde en la Staatsoper de Berlín) comenzó una brillante carrera que se interrumpiría, aunque no por mucho tiempo, al final de la guerra. Con la derrota nazi, Karajan sufrió las represalias, hasta que el productor de la EMI, Walter Legge (el que haría firmar a Callas su contrato exclusivo con la compañía), lo llevó a Inglaterra; comenzó a grabar con la Philharmonia Orchestra y ahí despegó de nuevo su carrera. Turbio pasado que no influye (¡faltaría más!) sobre su valor como intérprete, pero que ahí está, como una sombra en su biografía.
A Karajan o se le ama o se le odia, y hay pocas figuras en la historia musical del siglo XX que reúnan tan apasionados partidarios como detractores. ¿Quedó algo que no grabara? La obsesión por las Sinfonías de Beethoven es llamativa, ya que hay hasta cinco integrales con distintos sellos. A Der Gott se le acusa principalmente de ser un dictador, de tener irrefrenables ansias de poder, de querer controlarlo absolutamente todo, todo y todo. "Seré un dictador" fue la frase que esgrimió cuando tomó las riendas del Festival de Salzburgo, que dirigiría desde 1960 hasta el año de su muerte, 1989, y que se convirtió en un permanente desfile de estrellas; allí acudirían personalidades como Giuseppe Taddei, Ettore Bastianini, Franco Corelli, Leontyne Price, Jon Vickers, Nicolai Ghiaurov, Mirella Freni, Plácido Domingo, Agnes Baltsa, José Carreras; también dejó espacio para colegas de profesión, tanto los que ya gozaban de prestigio (Karl Böhm, casi siempre consagrado a Mozart), como las estrellas emergentes (Riccardo Muti). También ejerció su poder absoluto en la Filarmónica de Berlín, de la que sería director "vitalicio", y con la que tendría numerosos desencuentros, el más famoso el relacionado con el ingreso de la primera mujer que entró en la orquesta, la clarinetista Sabine Meyer. La relación con la orquesta se enrareció, y durante sus últimos años, el director trabajó más con la Filarmónica de Viena. Aún se discute sobre la calidad de su legado. Por mi parte os dejo con la Eroica de Beethoven con la Filarmónica de Berlín (gracias a los vídeos de magic5227), dedicada por Beethoven (después de tachar su primitiva dedicatoria a Napoleón) a la memoria de un gran hombre. Creo que a pesar de los pesares, Herbert Von Karajan encaja en esa descripción.


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