Resulta curioso que, no siendo fan de Domingo, y tampoco su enemiga acérrima (ya dije una vez que me resulta especialmente simpático y que me iría con él de cañas encantada de la vida), hable de él tan a menudo; a ver si va a ser verdad que, como decimos a menudo en el Foyer, todos los caminos conducen a Placi. Pero en fin, actualidad obliga. Don Plácido estuvo ayer en uno de esos encuentros digitales que le ha dado por organizar al diario El Mundo, y de los que han participado, por ejemplo, Cecilia Bartoli o más recientemente Rolando Villazón. Teóricamente el internauta pregunta lo que se le antoje al invitado en cuestión, aunque tooooodo el mundo sabe que filtro, haberlo, hailo. Domingo no está de actualidad únicamente por el Tamerlano del Real, sino por su nuevo disco. Un disco de coplas, Pasión española. Ya sabéis, La bien pagá y demás canciones con las que, queramos o no, nos han mecido nuestras abuelas y que por tanto (queramos o no, también) forman parte de nosotros.
A estas alturas, y con su currículum, da la sensación de que Domingo puede hacer lo que le de la gana; su prestigio internacional seguirá intacto, sus adoradores comprarán el disco, sus detractores acérrimos gritarán en arameo y los demás nos aprestamos a escucharlo con curiosidad. Eso hice ayer, gracias a Arsace. Y vaya. Esperaba horrorizarme, lo digo en serio. Y no me horroricé, quien sí se horrorizó fue mi madre (aficionada a la copla), así que como regalo del día de la ídem Domingo y su disco pierden toda posibilidad remota que pudieran tener. Qué curioso que la aficionada a la ópera se mostrara tolerante, cuando tantas veces se nos pone el marchamo de elitistas... Más allá de vicisitudes familiares, y centrándonos, la primera sensación al oír el disco fue la evocación de los largos viajes a la costa en el coche de mi tío escuchando los cassettes de la Piquer, de Marifé y de la Jurado (oh, no, vicisitudes familiares de nuevo). La segunda sensación provocada fue el deseo intensísimo (satisfecho gracias a Youtube) de escuchar a Imperio Argentina. Así que luego de oír una detrás de otra El día que nací yo, La falsa moneda (que Domingo ha conseguido que se me pegue, como hizo con el Kleinzack), Antonio Vargas Heredia y demás por esa dama de la copla, quedé aliviada. Porque lo que Plácido canta en este disco está tan lejos de su mundo y las exigencias del género están tan lejos de él que no pude evitar la extrañeza. Como sucedió con sus discos de Tangos y de Rancheras. Plácido, siga usted cantando ópera.
En otro orden de cosas, más frívolo (aún) hay que ver qué poco generosos son los de DG con el Photoshop. Muy favorecido no es que le hayan sacado en las fotografías promocionales.
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