Hace más tiempo del que me gustaría reconocer, cuando estaba en el colegio, uno de los textos que tuve que traducir en mi libro de inglés -lleno de las peripecias de unos chavales que parecían haber sido vecinos de los Dursley (los potterianos saben a quién me refiero, los que no, que lo busquen)- narraba la triste historia de la carrera hacia el Polo Sur entre Roald Amundsen, el noruego, y Robert Falcon Scott, el británico. Todos sabemos cómo acabó, aunque sólo sea porque, como niños de los ochenta, conocíamos cierta canción muy bien. Los que no lo sepan, pueden informarse por doquier. Aquí, por ejemplo. Para los perezosos en pulsar los enlaces resumo la historia: Amundsen ganó y los ingleses murieron en el camino de vuelta.
Antes de que conociera el libro, y el texto, y la dichosa canción, había visto una tarde de domingo una vieja película llamada Scott of the Antarctic. Naturalmente su nombre lo he averiguado mucho después, así como el año en que se realizó; una película que recuerdo en glorioso technicolor, emitida en los primeros años de Telemadrid, cuando las tardes se rellenaban con cine clásico. Scott y su peripecia se convirtieron en uno de los "agujeros" del sólido muro de mi "anglofobia". Así que pasé un tiempo sobeteando un viejo volumen de geografía que contaba con todo detalle las exploraciones polares; para cuando llegó aquel texto que tuvimos que traducir del inglés había dejado de interesarme tanto. Lo que no sabía entonces era que el responsable de la banda sonora de aquella película que nunca he vuelto a ver (y me gustaría recuperarla) era Ralph Vaughan Williams (1862-1958), que luego recuperaría y reelaboraría en su Sinfonía Antártica (1849-1952), que aquí podéis escuchar en grabación de Sir John Barbirolli, con Margaret Ritchie como soprano.
Antes de que conociera el libro, y el texto, y la dichosa canción, había visto una tarde de domingo una vieja película llamada Scott of the Antarctic. Naturalmente su nombre lo he averiguado mucho después, así como el año en que se realizó; una película que recuerdo en glorioso technicolor, emitida en los primeros años de Telemadrid, cuando las tardes se rellenaban con cine clásico. Scott y su peripecia se convirtieron en uno de los "agujeros" del sólido muro de mi "anglofobia". Así que pasé un tiempo sobeteando un viejo volumen de geografía que contaba con todo detalle las exploraciones polares; para cuando llegó aquel texto que tuvimos que traducir del inglés había dejado de interesarme tanto. Lo que no sabía entonces era que el responsable de la banda sonora de aquella película que nunca he vuelto a ver (y me gustaría recuperarla) era Ralph Vaughan Williams (1862-1958), que luego recuperaría y reelaboraría en su Sinfonía Antártica (1849-1952), que aquí podéis escuchar en grabación de Sir John Barbirolli, con Margaret Ritchie como soprano.
Los vídeos son de xwsftassell
Sí, el tiempo invernal me ha hecho acordarme de todo este lío antártico.
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