Un día como hoy de 1844 se estrenaba Caterina Cornaro ossia la regina di Cipro, de Gaetano Donizetti. Su estreno en el San Carlo de Nápoles fue un fracaso. Tres años antes se había estrenado en París una ópera de Halévy basada en el mismo tema y con libreto de Jules-Henri de Saint-Georges. Ambas óperas se basan en un personaje histórico, una noble veneciana que llegaría a ser reina de Chipre y Armenia. El fiasco de Caterina Cornaro había sido previsto ya por el propio Donizetti, que protestó en vano por la elección de la protagonista: él quería una soprano y le dieron una mezzo y el resto de los cantantes no parecían entender muy bien (o al menos eso pensaba el compositor) sus personajes. Y además estaba el eterno tema de la censura (Caterina Cornaro terminaba con un patriótico discurso por parte de la protagonista). La ópera sería sometida a una revisión (que incluía el cambio del final) que se estrenaría en Parma en 1845, siendo la última ópera de Donizetti estrenada en vida de su autor. Aunque la historia de la Caterina "real" (que incluye rapto de príncipe heredero) no tiene, naturalmente, mucho que ver con la de la operística. Se trata, como casi siempre, de amores contrariados por cuestiones políticas. En vísperas de su boda, a Caterina y a su amado Gerardo les aguan la fiesta por culpa de la Razón de Estado. Caterina es forzada a dejar a su amado (y casi esposo) para casarse con el rey de Chipre, Lusignano (pues Venecia quiere controlar la isla mediante esta política matrimonial), viéndose obligada a rechazar cualquier intento de Gerardo, que podría ser condenado a muerte si osa raptar a Caterina. Creyendo que su ex-prometida ha dejado de amarle, Gerardo se marcha desesperado. El matrimonio ha sido arreglado por el Consejo de los Diez, y más concretamente por el embajador Mocenigo; ellos colocaron la corona sobre las sienes de Lusignano, al que esperan manejar dócilmente. Más tarde, arriba a Chipre y es amenazado por los venecianos, que quieren quitárselo de encima; de todos los chipriotas que existen, tenía que ser salvado por el rey en persona, que, de incógnito, pasaba por allí. Gerardo lo toma como confidente (y eso que lo conoce de hace quince minutos más o menos) y le confiesa que desprecia a Lusignano, porque le quitó a su amada. Lógicamente, ese es el momento elegido por el rey para descubrir su identidad. Gerardo le pide perdón y Lusignano se lo concede; después de advertir al rey de que existe una conjura por parte de los venecianos para eliminarlo (ya que no se ha mostrado tan manso como ello creían), ambos se juran amistad. Gerardo tiene así oportunidad de aclarar la situación con Caterina, y de ofrecerle sus servicios para intentar salvar a su esposo. La guerra estalla y se salda con victoria para los chipriotas que, sin embargo, pierden a su rey, gravemente herido en la batalla. Antes de morir, Lusignano confía a la reina los destinos de Chipre. Caterina se arroja sollozando sobre el cadáver de su esposo, pero inmediatamente -"piensa en tu reino y en tí misma", le susurra Gerardo- recobra la compostura, y, volviéndose a su pueblo, les exige que le presten un juramento de fidelidad sobre la sangre de su rey.
¡No más angustias, oh mis vasallos!
Sonreíd desde vuestros dolores,
Pues fue protegida la justa bandera,
Y fueron vencidos los cobardes opresores.
Ahora que nuestro sublime rescate
Fue pagado con la sangre de un rey,
¡Oh mi pueblo!, ataos a un pacto,
Por esa sangre juradme fidelidad.
Vieni, o tu, che ognora io chiamo
Con dolcissime parole.
Vieni a me, che aspetto ed amo,
Come fior che aspetta il sole.
Nè temer per la laguna
Della torbida fortuna:
Sui tuoi giorni, amato mio,
Veglia ognor propizio il Ciel.
Ah! vieni t'affretta
Mio dolce tesoro,
Ti chiama, t'aspetta
Fedele il tuo ben.
Più nulla non bramo,
Se il Ciel mi concede
Ridirti che t'amo,
Stringendoti al sen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario