La historia es muy conocida, y no sólo por los amantes de la música. En 1802, Ludwig van Beethoven comenzó a componer su Tercera Sinfonía, la llamada Heroica. Originalmente, iba a llamarla Bonaparte. Y es que, como muchos otros europeos de su tiempo, Beethoven (a pesar de ciertas reticencias, claro) sentía una gran admiración por el entonces Primer Cónsul, que, conservando los avances de la Revolución Francesa, había puesto fin al caos desatado por ésta. La tradición, también, nos dice que, al conocer la noticia de que Napoleón se había proclamado Emperador de los Franceses (mayo de 1804), Beethoven montó en cólera al descubrir que su héroe no era más que "un hombre vulgar" y tachó la dedicatoria del manuscrito.
Una explicación más pragmática viene a decirnos que Beethoven había planeado trasladarse a París y que una dedicatoria de su sinfonía a Napoleón (que por otro lado prefería a los músicos italianos) le habría abierto las puertas de la capital francesa. Cancelado el proyecto, la dedicatoria fue borrada, más teniendo en cuenta que las relaciones con los franceses no eran las mejores en el momento de su estreno. En todo caso, la Eroica (el nombre italiano con el que es universalmente conocida) acabó dedicada al príncipe Lobkowitz bajo cuyos auspicios se estrenó. Aun así, en agosto de 1804 (es decir, meses después de la famosa escena en la que Beethoven había tachado la dedicatoria) Beethoven precisó a su editor que "la sinfonía se titula en realidad Bonaparte". No obstante, y con el empeoramiento de las relaciones entre Austria y Francia, Beethoven no volvió a hacer la aclaración. Habría sido francamente inoportuno. Así que, finalmente, estuvo "dedicada a la memoria de un gran hombre", sin que se precisara quién era ese héroe al que Beethoven aludía con su obra, definida por la crítica de la época como algo terriblemente largo, aburrido y deslavazado (!). Lo que sí parece claro es que Beethoven tenía sentimientos encontrados sobre Napoleón. Conversando con el barón de Trémont (consejero de Estado francés) durante la ocupación de Viena en 1809, Beethoven le diría que en un tiempo había tenido intención de visitar Francia, pero que "había perdido el interés desde que tenía un soberano". El compositor expresó el deseo de viajar a París para conocer el Conservatorio, aunque temía la curiosidad del público y "tener que presentar sus respetos a su Emperador".. O que éste, al saber de su presencia en París, le obligara a rendir pleitesía. Cosa que Frémont desechó. "Lo haría si supiera quién es usted, pero ya sabe usted por Cherubini que él entiende muy poco de música". Beethoven no viajaría, como ya se ha dicho, a París. Muchos años más tarde, en 1821, cuando conoció la noticia de la muerte de Napoleón en Santa Elena el 5 de mayo, Beethoven diría: "Hace tiempo que compuse la música para este acontecimiento", aludiendo a la Marcha Fúnebre, el segundo movimiento de esa sinfonía que iba a llamarse Bonaparte y que acabó llamándose Eroica.
Una explicación más pragmática viene a decirnos que Beethoven había planeado trasladarse a París y que una dedicatoria de su sinfonía a Napoleón (que por otro lado prefería a los músicos italianos) le habría abierto las puertas de la capital francesa. Cancelado el proyecto, la dedicatoria fue borrada, más teniendo en cuenta que las relaciones con los franceses no eran las mejores en el momento de su estreno. En todo caso, la Eroica (el nombre italiano con el que es universalmente conocida) acabó dedicada al príncipe Lobkowitz bajo cuyos auspicios se estrenó. Aun así, en agosto de 1804 (es decir, meses después de la famosa escena en la que Beethoven había tachado la dedicatoria) Beethoven precisó a su editor que "la sinfonía se titula en realidad Bonaparte". No obstante, y con el empeoramiento de las relaciones entre Austria y Francia, Beethoven no volvió a hacer la aclaración. Habría sido francamente inoportuno. Así que, finalmente, estuvo "dedicada a la memoria de un gran hombre", sin que se precisara quién era ese héroe al que Beethoven aludía con su obra, definida por la crítica de la época como algo terriblemente largo, aburrido y deslavazado (!). Lo que sí parece claro es que Beethoven tenía sentimientos encontrados sobre Napoleón. Conversando con el barón de Trémont (consejero de Estado francés) durante la ocupación de Viena en 1809, Beethoven le diría que en un tiempo había tenido intención de visitar Francia, pero que "había perdido el interés desde que tenía un soberano". El compositor expresó el deseo de viajar a París para conocer el Conservatorio, aunque temía la curiosidad del público y "tener que presentar sus respetos a su Emperador".. O que éste, al saber de su presencia en París, le obligara a rendir pleitesía. Cosa que Frémont desechó. "Lo haría si supiera quién es usted, pero ya sabe usted por Cherubini que él entiende muy poco de música". Beethoven no viajaría, como ya se ha dicho, a París. Muchos años más tarde, en 1821, cuando conoció la noticia de la muerte de Napoleón en Santa Elena el 5 de mayo, Beethoven diría: "Hace tiempo que compuse la música para este acontecimiento", aludiendo a la Marcha Fúnebre, el segundo movimiento de esa sinfonía que iba a llamarse Bonaparte y que acabó llamándose Eroica.
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