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Digamos, pues, cuatro cosas de sobra conocidas sobre esta ópera. Primero, que es mucho más habitual toparse con su versión italiana que con la original francesa, pues no hay que olvidar que Spontini estaba afincado en París desde los primeros años del siglo XIX. Que, podríamos decir, su importancia ha sido más histórica que real en cuanto a presencia en el repertorio operístico (aunque ha abierto en tres ocasiones la temporada de la Scala, por ejemplo).
Su resurrección, si podemos llamarla así (ya que en todo caso se trató de una vuelta muy, muy limitada a los escenarios), comienza con Rosa Ponselle, que hace suyo el papel y que lo canta en la primera edición del Maggio Musicale Fiorentino bajo la batuta de su fundador, Vittorio Gui. En aquellas primeras ediciones el festival era trienal y su objetivo era el rescate de óperas poco conocidas, o la interpretación de otras contemporáneas. Después, siguió (tras la incursión de Maria Vitale con la RAI) con Maria Callas, en la célebre, y espantosamente grabada (es una lástima que se hiciese una toma de sonido tan atroz), función de San Ambrosio de 1954. También, como su ilustre antecesora en el papel, dejó un registro en estudio de las arias principales del personaje. Siguieron a las dos pioneras Leyla Gencer, Renata Scotto o Montserrat Caballé, por citar tres grandes sopranos que cantaron el papel. También otras a las que tal vez no esperaríamos, como Gundula Janowitz. Pero, de momento, quedémonos con la gran antecesora. La más grande de todas (Callas dixit).
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Y ya de paso espero poder dar a algunas de las "favoritas" anteriores algo más de tiempo para atar algunos (qué digo algunos, muchos) cabos pendientes.
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