Es un poco contradictorio dada la tendencia que tengo en los últimos tiempos de acusar a la Scala - teatro que aprendí a venerar desde los primeros años de afición operística - de carecer de personalidad y de programar, suelen ser mis palabras, como un parque temático. Sí, es contradictorio que dada esta circunstancia siempre, como pobre mitómana que soy, acabe aguardando con tanta impaciencia la apertura de temporada del teatro milanés, con una expectación que no consigue despertar ningún otro. Aunque tenga una programación interesante. Por desgracia las ilusiones se ven a menudo defraudadas y la noche de ayer no constituye una excepción.
Sobre el papel el reparto de este Don Giovanni, cuando se anunció la temporada 2011-2012, parecía tener, como en la vieja frase publicitaria de la Metro, más estrellas que en el cielo. Bajo la batuta de Barenboim, y con puesta en escena de Carsen, se reunían Peter Mattei, Bryn Terfel, Anna Netrebko, Elina Garanca y Kwangchul Youn. La letona se apeó pronto del reparto, por la mejor de las razones posibles. Así que Barbara Frittoli - una cantante a la que adoro y que se sabe la Elvira de memoria - ascendió del segundo reparto al primero. Por otro lado, la producción de Carsen era la segunda del mandato de Lissner, después de una de Mussbach que sustituía a la clásica de Strehler. El canadiense ha salido relativamente indemne de su encuentro con el público de la prima escalígera - hubo silbidos de desaprobación en los saludos, bastantes como para que se notasen por la radio, pero no tantos como esperaba -, así como un equipo de cantantes que, dado su desempeño, tal vez habrían merecido otra reacción. Aunque me falta por ver el aspecto escénico, por la radio la impresión es la de una función mediocre, con algunos elementos redentores.
A Daniel Barenboim - flamante director musical del teatro- un anónimo espectador le gritó al comenzar el Acto II Troppo lento! Después del conato de bronca en el que otros asistentes recomendaron al audaz caballero que cerrase la boca, éste volvió a protestar. La verdad es que aunque yo jamás osaría manifestarme de semejante manera - por timidez patológica fundamentalmente - casi me sentí de acuerdo con el anónimo. Los tempi de Barenboim fueron demasiado reposados para mi gusto. Entendámonos, soy la primera que, cuestión de preferencias personales, prefiere un Mozart alejado de los presupuestos historicistas y de las velocidades que otros directores le han imprimido a la partitura. Tampoco me gustan los que se quedan a medio camino, lo llaman camerístico y en realidad lo hacen relamido o, como suelo decir, liofilizado. Y no quiero señalar... Barenboim no es ni una cosa ni la otra - se asemeja más a la tradición germanizante-, y sin embargo su Don Giovanni de ayer me pareció tedioso y demasiado sombrío. Algunos incluso han hablado de clara desconexión entre el escenario y el foso, desbarajuste que yo, por otra parte, no he notado. En los saludos también se escucharon silbidos, aunque no eran mayoritarios. Sobre las intervenciones del coro, he vuelvo a sentir cierta perplejidad, como después de la Donna del Lago.
El protagonista, Peter Mattei, cantó con bastante gusto, sin gritar - lo que es de agradecer dada la presencia a su lado de Leporello - y con un timbre bastante agradable. Hasta ahí los elementos redentores de su interpretación. Sin embargo, al mismo tiempo, el personaje resultaba plano, aburrido y sin esa capacidad de seducción irresistible propia de Don Giovanni. Debo añadir que, con la excepción de Frittoli, no me gustó cómo los cantantes afrontaban los recitativos, pero debo reconocer que cada vez soy más maniática con ese aspecto.
Tengo ganas de contrastar la actuación de Terfel con lo que escuché en la radio. Sólo con el audio nos encontramos a un Leporello que parece haber sido poseído por Scarpia. O más bien, por el Scarpia tópico de cartón-piedra con el que tantos barítonos nos han obsequiado en el pasado -una vez más, ¿desde cuándo es menos inquietante el refinamiento cruel que el aspaviento?- ... y siguen obsequiándonos en el presente. Demasiado rudo e histriónico, en el aria del catálogo parecía estar amenazando a Donna Elvira con toda clase de torturas. La misma pauta de vulgaridad - buscada, supongo- se ha mantenido a lo largo de toda la función.
Anna Netrebko puede ser considerada como la triunfadora de la noche en su regreso - regreso, sí, insisto una vez más, regreso y no debut - al Teatro alla Scala, convertida en una estrella mundial. Con la voz más privilegiada por la naturaleza de todo el reparto - y también con un volumen considerable que la hizo destacar por encima del resto -, su entrada en escena en el Acto I fue la de una verdadera furia disperata. Los defectos en la respiración, la inestabilidad y todos los vicios de la rusa ahí están. Sin embargo su Or sai chi l'onore despertó al público que hasta entonces había dedicado brevísimos y gélidos aplausos a los demás cantantes. Ya lo comentaba anoche, su personalidad acabó ganando al público, a pesar de no ser estilísticamente correcta. También fue bastante aplaudido su Non mi dir, a pesar de las dificultades en lo que a agilidades se refiere. La verdad es que antes de la función medio temía que en la Scala se arrojasen despiadadamente contra la soprano, pero no ha sido así.
Barbara Frittoli, Donna Elvira era, de todo el reparto, quien estaba más en estilo. Ha cantado tanto Donna Elvira como Donna Anna y conoce muy bien el significado de todas y cada una de las palabras que canta. Sin embargo y como en el Don Giovanni del Met su voz me parece deteriorada de forma alarmante. Además no se la notaba cómoda - días antes de la prima había manifestado que no acababa de sentirse conforme con el concepto de Carsen, al que ella no podía aportar nada -, sospecho que también por el movimiento escénico, que implicaba vagabundeos por la platea y otros lugares del teatro. Mejor en Mi tradì que en su primera intervención, pero en general me pareció que anoche no estaba en un buen momento. Tuve la misma sensación en su Elvira del Met, así que una vez más me embarga la preocupación por una cantante a la que siempre he admirado.
Giuseppe Filianoti, Don Ottavio, fue el protagonista hace tres años de una polémica noche de San Ambrosio, y eso que no cantó. O sobre todo porque no cantó. Todos recordaréis que tendría que haber sido Don Carlos en 2008, cuando Daniele Gatti lo protestó a última hora y se quiso hacer pasar aquello como una indisposición. Filianoti no guardó silencio sobre las verdaderas razones de su sustitución y el resto es historia.Ha sido "resarcido" en cierta manera por su intervención en la noche inaugural de este año, pero sobre su Don Ottavio, que también salió indemne prefiero no abundar por no hacer sangre.
Anna Prohaska es para mí uno de los elementos más insatisfactorios del reparto. Típica voz-de-Zerlina-irritante, pequeñita, con registro agudo un tanto ácido y estridente, graves inexistentes... y un centro que tampoco me parecía demasiado agradable. Además, cosa que detesto, haciendo alguna variación en sus arias, la segunda de las cuales pasó en medio de un silencio sepulcral. De su señor esposo Masetto no guardo particular recuerdo, salvo cierta rudeza en el canto.
Kwangchul Youn se hizo cargo del breve papel del Comendador. Hay que dar las gracias porque en esta ocasión se haya elegido a un bajo que no haga trizas al padre de la señora Anna. De todas maneras no me parece tampoco que haya sido su mejor noche, aunque con la brevedad de la parte tal vez no se puede hacer mucho.
3 comentarios:
concordo!!!
De acuerdo con todo lo que dice.
Un Don sin interes...
Celebro que coincidamos, yo escribí pràcticamente lo mismo en mi bloc, pero me sientok más aliviada, ya que me parecía ser la única.
Un saludo
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