Ricordi debió echarse las manos a la cabeza cuando Giacomo Puccini le expresó su deseo de poner en música la novela de Prévost Manon Lescaut. El motivo, claro está: hacía muy poco tiempo que Massenet había estrenado con gran éxito Manon. Mientras, Puccini había estrenado ya dos óperas (Le Villi y Edgar) que se habían saldado con sendos fracasos. Pero el compositor acabaría imponiendo su criterio. "Es una heroína en la que creo", dijo en más de una ocasión. Y además, sostenía que su concepción del personaje sería diferente de la massenetiana. "Massenet siente este tema como francés, con pelucas empolvadas y minuetos. Yo lo siento como italiano, con pasión desesperada". Además, para rematar su argumentación, no veía por qué no podía haber dos óperas con el mismo tema "una mujer inconstante puede tener más de un amante", fue su frase para describir a Manon. Así, convencido Ricordi, comenzó el proceso de tres años que alumbraría la ópera.
Lo más complejo fue el libreto, que fue cambiando de manos tan a menudo que finalmente no se atribuyó a ningún libretista cuando fue publicado por vez primera; lo normal hoy en día es citar a los cinco libretistas que intervinieron en él. El primer encargado de realizarlo fue Ruggero Leoncavallo, que no mucho después (sobre todo a raíz de las "dos Bohèmes") se convertiría en archienemigo de Puccini. Leoncavallo, no obstante, no duró mucho en el puesto. Puccini entonces se volvió hacia Marco Praga (1862-1929), un dramaturgo conocido suyo. Praga aceptó, si bien, como inexperto en escritura de libretos y poco hecho a versificar, "reclutó" al poeta y crítico Domenico Oliva (1860-1917). Juntos crearon un esquema que seguía, en su concepción original, muy de cerca la novela de Prévost y que por tanto se parecía bastante al desarrollo de los hechos en Massenet, escena del "nido de amor" parisino de Des Grieux y Manon incluída. Una vez más, las constantes intervenciones de Puccini en la realización del libreto molestaron a sus colaboradores. Praga abandonó, dejando sólo a Oliva con el trabajo. Oliva retocó el Acto III en el que se llama a las prostitutas a bordo de la nave que las lleva a América (una de las escenas más impactantes de la ópera, sin duda), pero también acabó marchándose. Finalmente, Ricordi recomendó a Puccini que emplease a Giuseppe Giacosa. Este fue el primero en recomendar, a su vez, a Luigi Illica. El compositor convenció a ambos para que colaboraran, y así surgió la "tríada" sobre cuyas relaciones hablamos en la entrada dedicada a la gestación de Tosca el mes pasado.
Todo este trasiego de libretistas no podía sino pasar factura a Manon Lescaut. Finalmente la escena del "nido de amor" acabó desapareciendo; en cierto sentido fue un bien para la ópera de Puccini, puesto que así se desmarcaba de la obra de Massenet. Sin embargo, mientras que en Massenet se establece una línea narrativa más lineal y lógica, en Puccini la peripecia de Manon queda un tanto deslabazada. Más que la Historia de Manon Lescaut y el caballero Des Grieux es algo así como una serie de episodios en la vida de ambos. También hay una notable falta de lógica en el comportamiento de algunos personajes, Lescaut (aquí sí el hermano de Manon, no su primo como en Auber y Massenet) sin ir más lejos. Pasa de ser el cínico personaje del Acto I que negocia la "venta" de su hermana a Geronte a ayudar de forma "altruísta" a los enamorados en los actos II y III. El Acto IV también es problemático, pues en él no pasa absolutamente nada... el peso del dramatismo reposa sobre Sola, perduta, abbandonata, que (de forma bastante sorprendente) el propio Puccini decidió suprimir después de la primera representación. Sólo la insistencia de Arturo Toscanini le hizo recapacitar en ocasión de un reestreno en 1922. Sola, perduta, abbandonata, volvió a su lugar, de donde no desaparecería más.
El estreno en el Teatro Regio de Turín (1 de febrero de 1893) supuso para Puccini su primer gran éxito, no sólo por parte del público, que lloró sin pudor alguno durante la representación. El Corriere della Sera escribió: "Entre Edgar y Manon Lescaut, Puccini ha salvado un abismo". La crítica proseguía: "El genio de Puccini es verdaderamente italiano". Las críticas positivas no se limitaban al ámbito italiano. Cuando George Bernard Shaw asistió a una representación en 1894, comentó: "Puccini es en mi opinión el heredero de Verdi, más que ninguno de sus rivales". Mientras que en 1893 Manon Lescaut se estrenaba en lugares tan dispares como Madrid o San Petersburgo, y al año siguiente desembarcaría en Londres, Méjico o Philadelphia, en Francia, donde imperaba su "hermana" massenetiana, no la vieron hasta 1906, y eso en Niza. De todas maneras, los posteriores éxitos puccinianos fueron dejando de lado a Manon Lescaut. Entre 1909 y 1920 sólo se representó una vez en la Scala, donde volvió bajo la batuta de Toscanini. Hoy en día comparte popularidad con la Manon massenetiana.
Lo más complejo fue el libreto, que fue cambiando de manos tan a menudo que finalmente no se atribuyó a ningún libretista cuando fue publicado por vez primera; lo normal hoy en día es citar a los cinco libretistas que intervinieron en él. El primer encargado de realizarlo fue Ruggero Leoncavallo, que no mucho después (sobre todo a raíz de las "dos Bohèmes") se convertiría en archienemigo de Puccini. Leoncavallo, no obstante, no duró mucho en el puesto. Puccini entonces se volvió hacia Marco Praga (1862-1929), un dramaturgo conocido suyo. Praga aceptó, si bien, como inexperto en escritura de libretos y poco hecho a versificar, "reclutó" al poeta y crítico Domenico Oliva (1860-1917). Juntos crearon un esquema que seguía, en su concepción original, muy de cerca la novela de Prévost y que por tanto se parecía bastante al desarrollo de los hechos en Massenet, escena del "nido de amor" parisino de Des Grieux y Manon incluída. Una vez más, las constantes intervenciones de Puccini en la realización del libreto molestaron a sus colaboradores. Praga abandonó, dejando sólo a Oliva con el trabajo. Oliva retocó el Acto III en el que se llama a las prostitutas a bordo de la nave que las lleva a América (una de las escenas más impactantes de la ópera, sin duda), pero también acabó marchándose. Finalmente, Ricordi recomendó a Puccini que emplease a Giuseppe Giacosa. Este fue el primero en recomendar, a su vez, a Luigi Illica. El compositor convenció a ambos para que colaboraran, y así surgió la "tríada" sobre cuyas relaciones hablamos en la entrada dedicada a la gestación de Tosca el mes pasado.
Todo este trasiego de libretistas no podía sino pasar factura a Manon Lescaut. Finalmente la escena del "nido de amor" acabó desapareciendo; en cierto sentido fue un bien para la ópera de Puccini, puesto que así se desmarcaba de la obra de Massenet. Sin embargo, mientras que en Massenet se establece una línea narrativa más lineal y lógica, en Puccini la peripecia de Manon queda un tanto deslabazada. Más que la Historia de Manon Lescaut y el caballero Des Grieux es algo así como una serie de episodios en la vida de ambos. También hay una notable falta de lógica en el comportamiento de algunos personajes, Lescaut (aquí sí el hermano de Manon, no su primo como en Auber y Massenet) sin ir más lejos. Pasa de ser el cínico personaje del Acto I que negocia la "venta" de su hermana a Geronte a ayudar de forma "altruísta" a los enamorados en los actos II y III. El Acto IV también es problemático, pues en él no pasa absolutamente nada... el peso del dramatismo reposa sobre Sola, perduta, abbandonata, que (de forma bastante sorprendente) el propio Puccini decidió suprimir después de la primera representación. Sólo la insistencia de Arturo Toscanini le hizo recapacitar en ocasión de un reestreno en 1922. Sola, perduta, abbandonata, volvió a su lugar, de donde no desaparecería más.
El estreno en el Teatro Regio de Turín (1 de febrero de 1893) supuso para Puccini su primer gran éxito, no sólo por parte del público, que lloró sin pudor alguno durante la representación. El Corriere della Sera escribió: "Entre Edgar y Manon Lescaut, Puccini ha salvado un abismo". La crítica proseguía: "El genio de Puccini es verdaderamente italiano". Las críticas positivas no se limitaban al ámbito italiano. Cuando George Bernard Shaw asistió a una representación en 1894, comentó: "Puccini es en mi opinión el heredero de Verdi, más que ninguno de sus rivales". Mientras que en 1893 Manon Lescaut se estrenaba en lugares tan dispares como Madrid o San Petersburgo, y al año siguiente desembarcaría en Londres, Méjico o Philadelphia, en Francia, donde imperaba su "hermana" massenetiana, no la vieron hasta 1906, y eso en Niza. De todas maneras, los posteriores éxitos puccinianos fueron dejando de lado a Manon Lescaut. Entre 1909 y 1920 sólo se representó una vez en la Scala, donde volvió bajo la batuta de Toscanini. Hoy en día comparte popularidad con la Manon massenetiana.
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