lunes, 25 de febrero de 2008

Manon sin Puccini; Henze


En 1951, cuando parecería que el mito de Manon había dado ya de sí todo lo que podía, Hans Werner Henze compuso Boulevard Solitude, una actualización de la vieja historia de Prévost, situada ahora en una anónima ciudad francesa de la posguerra. Con libreto de Grete Weil, el origen del interés de Henze por Manon surgió, al parecer, tras ver la película homónima de Henri-Georges Cluzot, ganadora del León de Oro del Festival de Venecia. La ópera (influída por tendencias jazzísticas y por la música popular francesa) se estrenaría en 1952, y constituiría el primer éxito de su autor. Se trata de una ópera en un acto, dividido en siete escenas que a su vez son separadas por Intermezzi. La historia es básicamente la misma que venimos tratando, pero las variaciones son significativas. En una estación de tren de una innominada ciudad francesa de los 50, Armand Des Grieux encuentra a la joven Manon Lescaut, que viaja hacia Lausana para completar sus estudios, acompañada por su hermano. El amor entre ellos surge a primera vista y huyen a París aprovechando un descuido de Lescaut. En París, ambos viven juntos en un apartamento hasta que a Armand se le acaban los recursos y Manon lo abandona (aconsejada por su hermano) por el viejo y rico Lilaque. Sin embargo aun sigue amando a Des Grieux. Cuando Lescaut la convence para que no deje a Lilaque, fuente de riquezas, y luego roba al anciano, éste lo descubre y echa a los hermanos de su casa. Armand se entera de ello en la universidad, informado por su amigo Francis. Al comienzo no le cree, lo que irrita a Francis. Después aparece Manon y el amor entre ambos se reaviva, pero la vida no mejora para ambos y Armand, desesperado, comienza a drogarse mientras Manon se convierte en amante del hijo de Lilaque. Lescaut roba un cuadro de la casa donde Lilaque la ha alojado. Manon es detenida. Cuando Armand acude a verla antes de su ingreso en prisión, no puede hablar con ella, pues está acompañada de otros presos. Así termina la Manon de Henze. Para que os hagáis una idea, aquí está la cuarta escena de Boulevard Solitude. Armand y los estudiantes están leyendo los poemas de Catulo:

2 comentarios:

Barbebleue dijo...

Una ópera magnífica en su agobiante y depresiva soledad, perfectamente traducida en su música.

Nina dijo...

Muy de acuerdo, creo que voy a terminar comprando el DVD de la producción del Liceu. No conocía Boulevard Solitude y me ha gustado (a pesar de mis reservas respecto a la música contemporánea), así que en cierto modo se lo debo a Puccini. Eso sí, me ha costado conseguir la grabación...
A ver si la graban o la representan más, merece la pena.

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