El avance de la tecnología es lo que tiene. Creo que aún anda por casa una Polaroid igual a la de la imagen (o al menos así era hasta una de las mudanzas sufridas en los últimos años), la cámara con la que me sacaron fotografías cuando vine al mundo. La cámara con la que hice, también, las primeras, porque era la única que andaba por casa (hasta la típica cámara de la primera comunión), casi siempre sin el flash que había que comprar aparte. Una cámara que ya no se fabrica, y cuyos carretes también van a desaparecer próximamente, víctima de la tecnología digital, aún más rápida que la rapidísima, para lo que era entonces, Polaroid. Parecía milagroso, a mis ojos, que la fotografía saliera instantáneamente, sin tener que esperar el (para mí) eterno tiempo de una semana que tardaba en revelarse el carrete en el laboratorio al que siempre íbamos. La Polaroid ni siente ni padece, desde luego, pero no he podido evitar sentirme algo nostálgica. Nada es eterno...
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