Acto I. Es Nochebuena. Nos encontramos en una humilde (o más bien, misérrima) buhardilla parisina en la que vive una serie de estudiantes. De momento, los únicos presentes son el pintor Marcello y el poeta Rodolfo, que se lamentan del hambre y del frío que tienen que soportar en semejante cuchitril (en el que no queda leña para alimentar la estufa), aunque en realidad se lo toman con bastante filosofía... Finalmente (y tras varias deliberaciones acerca de qué parte del escaso mobiliario pueden sacrificar) , deciden quemar el drama que Rodolfo está escribiendo para calentarse. Mientras el manuscrito arde en la estufa, entra Colline, el filósofo, quien se queja de no haber podido comprar unos libros y se sienta con Rodolfo y Marcello ante la estufa. El manuscrito no tarda en consumirse, momento en que hace su aparición Schaunard, el músico. No viene solo; trae alimentos, leña, dinero, acontecimiento ante el cual sus compañeros de vivienda quedan atónitos. Schaunard explica cómo consiguió la pequeña fortuna merced a un excéntrico inglés que quería deshacerse de un loro (supuestamente, debía matarlo con el sonido de su violín, pero Schaunard logró seducir a la criada y que ésta le administrara perejil al animal, que murió envenenado "como Sócrates"). Colline, Marcello y Rodolfo apenas le prestan atención, pues han comenzado a devorar los manjares. Schaunard se los arrebata y sólo les deja el vino; hay que guardarlos para lo que pueda venir más tarde. Comerán fuera. Mientras beben, aparece el casero, Benoît, que viene a cobrar el mes de alquiler. Los estudiantes lo invitan a brindar con ellos y el casero acaba por confesarles sus aventurillas amorosas. Ellos reaccionan fingiendo una gran indignación ya que Benoît está casado, y lo echan sin pagar la mensualidad... después de lo cual deciden salir a la calle y cenar en el Café Momus. Rodolfo se queda atrás, pues todavía tiene que terminar su artículo para el Castor. Sin embargo no escribe mucho tiempo; primero, porque no está inspirado, y segundo, porque unos golpes en la puerta y una voz femenina le hacen dejar la pluma definitivamente. Cuando Rodolfo abre, se encuentra con Mimì, una joven vecina a la que se le ha apagado la vela en las escaleras y que le pide al poeta que se la encienda. Pero la muchacha, que ha entrado jadeante, se desmaya, momento en que deja caer la llave de su habitación. Rodolfo la reanima y le da un sorbo de vino para que cobre fuerza. Mimì sale de la buhardilla con su vela encendida, pero vuelve de inmediato al notar la pérdida de la llave. Su vela se apaga con la corriente y el poeta apaga la suya para que la joven se quede. Ambos buscan la llave en la oscuridad (Rodolfo la encuentra en seguida y se la guarda) y sus manos se unen. Rodolfo y Mimì abandonan la búsqueda para "presentarse" mutuamente. Cuando sus amigos lo llaman desde la calle, impacientes porque tarda en bajar, Rodolfo les grita que no está solo y le pide a Mimì que los acompañe al Momus. Tras una pequeña resistencia, Mimì accede. Ambos salen proclamando su amor...
Acto II. El Barrio Latino. O más concretamente, el Café Momus. Las calles de París están llenas de una verdadera multitud. Estudiantes, vendedores ambulantes de géneros de todas clases, niños... Entre todos ellos deambulan nuestros estudiantes. Finalmente todos se reúnen en el Café Momus, donde Rodolfo presenta a Mimì ante sus amigos, que la admiten en su grupo no sin cierta ironía, dejando claro que ella no es la primera que es introducida de tal guisa... Mientras inician la comida, aparece Musetta, que había abandonado a Marcello en busca de mejores perspectivas. La joven va vestida lujosamente y seguida a todas partes por su anciano protector, Alcindoro, al que ella se dirige como Lulú, tratándolo como a un perro faldero (orden "Siéntate" incluída). Al percatarse de la presencia de Marcello, Musetta trata de llamar su atención por todos los medios, incluyendo una atrevida canción que saca de quicio a Alcindoro. Entretanto, Rodolfo pone a Mimì al corriente de lo ocurrido entre el pintor y su ex. Musetta concluye su canción con un grito de dolor (fingido) porque le aprieta el zapato; Alcindoro sale corriendo para comprar un nuevo par, momento en que el pintor y Musetta caen el uno en brazos del otro. La cuenta llega entonces... Los bohemios descubren que no tienen dinero para pagarla. Musetta une las cuentas de las dos mesas y le dice al camarero que pagará el señor que estaba con ella. Aprovechando la confusión creada por el desfile militar que se aproxima, Marcello y los demás salen huyendo con Musetta en brazos, mientras Alcindoro aparece con el par de zapatos, encontrándose con el último saludo de su "protegida" en forma de costosa factura.
Acto III. Afueras de París, en la Barriére de l'Enfer. Es de madrugada, y en medio del frío, los barrenderos, lecheras y otros comerciantes entran en la ciudad para comenzar a vender sus mercancías. Desde la hostería cercana se oye la voz de Musetta. Mimì aparece, aterida, y pregunta por Marcello, que está trabajando precisamente en la fachada de la hostería... Mimì averigua que, como sospechaba, Rodolfo está con el pintor. Pero no quiere verlo y le confiesa angustiada que su vida junto al poeta se ha vuelto insostenible; la acosa con sus celos, le dice constantemente que deben separarse, que no sirve para él. Por último, la ha abandonado diciéndole que todo había terminado entre ellos, destrozándola. La pobre Mimì pide ayuda a Marcello, que le dice que hablará con Rodolfo y que se vaya a casa. Pero Mimì se oculta para escuchar la conversación. Cuando Rodolfo llega junto a su amigo, le dice alegremente que va a separarse de Mimì, porque coquetea con todos. Marcello no le cree, y Rodolfo deja de fingir. Ama a Mimì, pero sabe que está enferma y que tal vez le quede poco de vida; sabe también que con sus medios no podrá ayudarla a curarse. El llanto y la tos de Mimì al descubrir la verdad delatan su presencia. La risa de Musetta desde la hostería despierta los celos de Marcello, que deja sola a la pareja. Mimì anuncia a Rodolfo que deben separarse; ella volverá a su pequeña habitación... Pero finalmente ninguno de ellos tiene valor para romper la relación y vuelven juntos a casa; mientras tanto, Musetta y Marcello discuten acaloradamente porque ella estaba coqueteando con uno de los clientes de la hostería. Tras insultarse mutuamente, Musetta se marcha.
Acto III. Afueras de París, en la Barriére de l'Enfer. Es de madrugada, y en medio del frío, los barrenderos, lecheras y otros comerciantes entran en la ciudad para comenzar a vender sus mercancías. Desde la hostería cercana se oye la voz de Musetta. Mimì aparece, aterida, y pregunta por Marcello, que está trabajando precisamente en la fachada de la hostería... Mimì averigua que, como sospechaba, Rodolfo está con el pintor. Pero no quiere verlo y le confiesa angustiada que su vida junto al poeta se ha vuelto insostenible; la acosa con sus celos, le dice constantemente que deben separarse, que no sirve para él. Por último, la ha abandonado diciéndole que todo había terminado entre ellos, destrozándola. La pobre Mimì pide ayuda a Marcello, que le dice que hablará con Rodolfo y que se vaya a casa. Pero Mimì se oculta para escuchar la conversación. Cuando Rodolfo llega junto a su amigo, le dice alegremente que va a separarse de Mimì, porque coquetea con todos. Marcello no le cree, y Rodolfo deja de fingir. Ama a Mimì, pero sabe que está enferma y que tal vez le quede poco de vida; sabe también que con sus medios no podrá ayudarla a curarse. El llanto y la tos de Mimì al descubrir la verdad delatan su presencia. La risa de Musetta desde la hostería despierta los celos de Marcello, que deja sola a la pareja. Mimì anuncia a Rodolfo que deben separarse; ella volverá a su pequeña habitación... Pero finalmente ninguno de ellos tiene valor para romper la relación y vuelven juntos a casa; mientras tanto, Musetta y Marcello discuten acaloradamente porque ella estaba coqueteando con uno de los clientes de la hostería. Tras insultarse mutuamente, Musetta se marcha.
Acto IV. Volvemos a la pobre buhardilla que conocimos en el Acto I. Marcello y Rodolfo están dedicándose a sus respectivos oficios, mientras hablan de sus respectivas ex. Rodolfo ha visto a Musetta vestida con elegancia, Marcello ha visto a Mimì en una calesa proporcionada por su protector, un joven vizconde. Uno y otro fingen no darle importancia al asunto, pero en realidad no pueden dejar de pensar en ellas. Schaunard y Colline entran con la (escasa) cena, interrumpiendo las meditaciones amorosas de sus compañeros. Los cuatro se sientan a la mesa, y la situación acaba desembocando en una divertida parodia de una fiesta palaciega... Hasta que la puerta se abre con brusquedad, dejando paso a una jadeante Musetta; Mimì la acompaña y se siente mal, no ha podido subir las escaleras. Mientras Rodolfo y los demás se precipitan a ayudar a la joven costurera, Musetta cuenta que hacía días que había oído que Mimì se había marchado de la casa del vizconde. Estuvo buscándola por las calles hasta que la vio pasar tambaleándose cerca de ella; Mimì sabe que se muere, y quiere morir junto a Rodolfo; le ha pedido a Musetta que la acompañe. Al comprobar que no hay nada que pueda ayudar a Mimì a recuperarse, Musetta decide vender sus joyas para comprarle una medicina a Mimì. Envía para ese menester a Marcello, pero cuando la moribunda se queja de que sus manos están heladas y suspira por un manguito que las caliente, sale con el pintor para comprárselo. Colline decide vender su abrigo; antes de salir, le pide a Schaunard que lo siga, para que Rodolfo y Mimì, que parece dormitar, se queden solos. Una vez todos se han marchado, Mimì abre los ojos; estaba fingiendo. Ambos recuerdan el momento en que se conocieron: cómo la vela de ella se apagó, y cómo buscaron la llave (Mimì supo desde el principio que Rodolfo la había encontrado de inmediato), hasta que sus manos se unieron en la oscuridad. Un nuevo ataque de tos agota a Mimì, coincidiendo con la entrada de Schaunard y , poco más tarde, de Musetta y Marcello (que ha ido a avisar al médico). La primera entrega el manguito a la enferma, que cree que es Rodolfo quien se lo regala; Musetta le permite creerlo. Mimì parece dormirse... Mientras Musetta prepara la medicina y reza por la muchacha, Schaunard se acerca a la cama y descubre que Mimì ha muerto; se lo susurra a Marcello. Rodolfo tapa la ventana con el chal de Musetta para que la luz no moleste a Mimì, y al volverse se da cuenta de la expresión de sus amigos. Marcello no lo soporta más y abraza sollozando a Rodolfo, diciéndole que tenga valor. Rodolfo se precipita hacia la cama, gritando el nombre de Mimì.
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