miércoles, 2 de julio de 2008

El Caballero Gluck

Christoph Willibald Gluck nació un 2 de julio de 1714 en Erasbach. De niño, según escribiría más tarde, "todo mi ser llegó a obsesionarse con la música". Gluck no venía de una familia de músicos, ni mucho menos; su padre era un inspector forestal al servicio del príncipe Von Lobkowitz, y se suponía que el joven debía seguir sus pasos... Se suele asumir que no tuvo una infancia fácil, aunque poco sabemos de ella, aparte de que fue niño cantor y que aprendió a tocar el violonchelo en un convento de Bohemia. También se suele decir que a los quince años se escapó de casa para probar fortuna como músico en Viena, aunque algunas investigaciones recientes ponen en duda que eligiera Viena, y no Praga (en cuya Universidad habría estudiado un tiempo, sin llegar a obtener un título), además de sospechar que Gluck adornó un poco sus aventuras juveniles... El caso es que, aparte de que se estableciera en Viena hacia 1736 (también hay biógrafos que dudan de eso...) lo cierto es que en 1737 estaba en Italia. Concretamente, en Milán, como protegido del príncipe Antonio María Melzi. Gluck completó su formación estudiando composición y contrapunto con Giovanni Battista Sammartini (1700-1775). El estreno de su primera ópera, Artaserse, con libreto de Metastasio, tuvo lugar en el Teatro Ducal en 1741. El éxito de esta obra le permitió hacerse un nombre en la capital lombarda (si bien tenía que hacer algunas concesiones en su estilo para complacer al público), escribiendo cuatro óperas para el mismo Teatro Ducal en los años sucesivos; además también se desplazó a Veneica, Cremona, Turín... En 1745 viajaría a Londres, donde reinaba su admirado Händel (la admiración, como suele suceder, no era recíproca; se atribuye a Händel una frase sobre si su cocinero sabía más de contrapunto que Gluck...). En Londres compuso dos óperas para el King's Theatre, y en 1748 estaba de vuelta en Viena. Allí (precedida por un encargo para Dresde) estrenaría Semiramide riconosciuta, sobre libreto de Metastasio, como celebración por el cumpleaños de María Teresa. Un gran éxito severamente juzgado por el poeta y libretista, que definió la música de Gluck como "vandálica". Tal vez por eso Gluck dejó Viena y estuvo en Copenhague y Nápoles; en el San Carlo estrenó La Clemenza di Tito, de nuevo con libreto de Metastasio, para celebrar el cumpleaños del futuro Carlos III de España, entonces rey de Nápoles.
En 1754 se estableció en Viena como maestro de capilla de la Emperatriz Maria Teresa. Además de eso, era profesor de música de los niños de la familia imperial. Una de sus alumnas y protectoras será María Antonieta, que muchos años más tarde lo llamará a Francia. En 1762, estrenará Orfeo ed Euridice, y cambiará la ópera para siempre. Gluck encontró un colaborador ideal para su tarea en el libretista Ranieri de'Calzabigi. Ambos querían arrancar la ópera del anquilosamiento en el que se había sumido por culpa del género "serio" del que Metastasio era uno de los representantes. Según Gluck, había que "reducir la música a su verdadera función que es la de secundar a la poesía enla expresión de los sentimientos y de las situaciones de la fábula, sin interrumpir la acción ni enfriarla con ornamentos inútiles y superficiales... Por otra parte, creo que mis mayores empeños deberían reducirse a conseguir una bella sencillez y por ello he evitado hacer alarde de dificultades para no perjudicar la claridad". De modo que Gluck se dedicó a limpiar sus partituras de ritornellos, adornos infinitos, números que - respecto a la acción- no venían a cuento... En suma, puso las bases del surgimiento del "drama musical", lo que es una de las causas de la admiración de Wagner hacia él. Orfeo ed Euridice se puede considerar como participante de estos rasgos, aunque se estrenó antes de la reforma, cuyos principios afirmaría el compositor en Alceste y Paride ed Elena, ambas en colaboración con Calzabigi.
En 1774 se estrena la versión francesa de Orfeo (con ballets añadidos, además de importantes cambios como confiar el papel del protagonista a un tenor) en París. Gluck había sido llamado a la capital francesa por deseo de su antigua alumna, Maria Antonieta. Su llegada, y la posterior del italiano Niccolò Piccini (1728-1800) desató una verdadera trifulca entre los partidarios de una nueva ópera francesa representada por Gluck y la ópera a la italiana representada por Piccini. Trifulca de la que ambos trataron de apartarse (de hecho se sabe que su relación fue más o menos cordial), pero no siempre con éxito. Gluck había estrenado en 1774 Ifigenia en Áulide; en 1776 se estrenaría la versión francesa de Alceste y en 1777, Armide. En 1779, estrenaría Ifigenia en Tauride. Su "rival" Piccini también pondría en escena poco más tarde una ópera de idéntico título y temática, pronto olvidada. Durante los ensayos de la que sería su última ópera para la escena francesa (Eco y Narciso) Gluck cayó enfermo. El estreno fue un fiasco y Gluck regresó a Viena; atrás dejó un París que incluso después de su marcha siguió dividido entre piccinistas y gluckistas. En cuanto al libreto de Les Danaïdes, que tendría que haber compuesto para París, fue entregado a Antonio Salieri, que en cierto modo "heredó" el puesto de Gluck en las iras de los piccinistas. Aunque en el estreno de Les Danaïdes la ópera se presentó como una colaboración entre Gluck y Salieri, el primero no tendría inconveniente de confesar (aun después del éxito de la ópera) que la obra era enteramente de Salieri. En Viena, Gluck vivió sus últimos años casi en retiro. Moriría en noviembre de 1787 después de otro ataque como el que le había obligado a dejar París años antes. En un homenaje dado en abril de 1788, su De profundis fue dirigido por Antonio Salieri.

Una Alceste


Cuando me dispuse a escribir la música de Alceste me propuse desnudarla enteramente de todos esos abusos que, introducidos por la vanidad mal entendida de los cantantes, o por una complacencia exagerada de los maestros, desfiguran desde hace tiempo la ópera italiana, y que la convierten, del más pomposo y bello de los espectáculos, en el más ridículo y aburrido.


Esto dijo Gluck sobre la obra que afirmó sus principios de reforma operística. Alceste (tanto en su versión vienesa como en la francesa) no es una ópera demasiado grabada, y hasta la segunda mitad del siglo XX, ni siquiera era representada a menudo. Hay una grabación con Rose Bampton en el Met (1941, con dirección de Ettore Panizza) y otra con Kirsten Flagstadt ya en horas bajas (en 1952, con Alberto Erede). Una vez más debemos recurrir a Maria Callas para iniciar el camino correcto. La Divina había puesto en escena, un año antes, a otra heroína neoclásica largamente olvidada, la Medea de Cherubini. Meses después de esta representación de Alceste, abriría la temporada 1954-1955 del templo lírico milanés con La Vestale de Spontini. Esta grabación pertenece a las reperesentaciones dadas en la Scala en abril de 1954. Naturalmente está sometida a las limitaciones que todos podemos imaginar; el sonido, la tijera inmisericorde que tanto se aplicaba en la época, etc. Aun así fue uno de los primeros pasos (o si no, uno de los más grandes) en la recuperación de esta ópera, y las funciones fuero un éxito. Un crítico escribiría al respecto: "cuando una intérprete (Callas) puede hacer estos milagros, cuando regala la fe a quienes aún no creen, ella ha de ser considerada más que una gran artista: un apostol". Y el Corriere della Sera remacharía: "Cuando la escuchas en un nuevo papel, te quedas anonadado, sobrecogido de admiración... El rigor estilístico en el que delinea su personaje, tanto el canto como la actuación, es realmente sorprendente".


Gluck

ALCESTE

Maria Callas (Alceste)
Renato Gavarini (Admeto)
Paolo Silveri (Gran Sacerdote)
Rolando Panerai (Apolo)
Silvio Maionica (Tánatos)
Giuseppe Zampieri (Evandro)
Enrico Campi (Heraldo)


Coro y Orquesta del Teatro de la Scala de Milán, 1954
Carlo Maria Giulini

Parte 1
Parte 2

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