John Luther Long, abogado y escritor estadounidense, será el que bautice a los protagonistas de la futura ópera de Puccini. Si en la novela de Loti la protagonista se llamaba Kikú-San, aquí será Cho-Cho-San, nombre que quedará invariable (aunque en la forma italiana Cio-Cio-San, por supuesto), y que viene a significar "Mariposa". También aparecen aquí B.F. Pinkerton, el cónsul Sharpless, Goro (el casamentero, nombre sospechosamente parecido al "Kangourou" de Loti), Suzuki, el príncipe Yamadori... Lo que cambia es el final. Belasco será el responsable de "matar" a Butterfly. Al final de la novela de Long, cuando Cho-Cho San ha leído la inscripción de su espada y está dispuesta a atravesarse con ella, escucha el llanto de su hijo (que Adelaide, la esposa de Pinkerton, le ha reclamado) y deja caer el arma. Cuando la esposa del oficial llega al día siguiente ante la casa de Cho-Cho-San, la encuentra vacía. La joven y su doncella han huído con el niño.
¿Era Madame Butterfly (aparecida como un breve relato en enero de 1898 en el Century Magazine) un plagio bien disimulado de Loti? Long siempre se escudó en el argumento de que su novela se basaba en hechos reales narrados a él por su hermana, misionera en Nagasaki. Siempre según Long, ella había conocido al hijo de la verdadera Butterfly, un tal Tom Glover, cuyo padre habría sido un marino mercante británico. Al ser abandonada, la madre había intentando, sin éxito, suicidarse. Loti se centró no sólo en su peculiar historia con Kikú, sino en las costumbres japonesas. A Long en cambio le interesaba más la historia de Cho-Cho San, y abandonó el punto de vista del oficial para centrarse en la joven japonesa. Huelga decir que tampoco el pragmatismo de la novela francesa estaba presente. Cho-Cho San, convertida al cristianismo por su esposo, alejada de sus familiares (al contrario que Kikú, que vuelve con su madre y con el resto de su familia cuando se separa de su oficial francés), se enamora sinceramente del arrogante Pinkerton (Long fue severamente criticado por retratar así a un oficial estadounidense) que promete volver a ella "cuando aniden los petirrojos". Ya conocemos el resto de la historia. Cuando años más tarde vuelve con su esposa occidental a Nagasaki, no se atreve a enfrentarse a Butterfly. Sí lo hace la esposa norteamericana, Adelaide. El encuentro entre ambas es bastante curioso. La mujer occidental, rubia y vestida a la última moda, "más bella que la diosa del Sol", según Butterfly, perdona condescendientemente a la japonesa "por enamorar a nuestro (sic) hombre" y reclama al niño, que encuentra encantador. Trata a Butterfly como un juguete, lo que desconcierta a Cho-Cho San. Esta, que al contrario que su homónima operística, ha considerado la posibilidad de entregar su mano a Yamadori para hacer reaccionar a Pinkerton, se cree abocada al suicidio. Así que llega a apoyar la espada contra su garganta y a herirse. "Sus antepasados la habían enseñado a morir, pero él la había enseñado a vivir. No, a convertir la vida en algo dulce. Y sin embargo ahora él era la razón por la que moría. ¡Extraña razón! Ella ya sabía antes lo triste que era morir. Él lo era todo; ahora se había ido, y le había dejado el vacío". Pero el llanto de su hijo en la habitación vecina la detiene... Cho-Cho San comprende que su vida no está vacía, como ella creía. Le queda el niño. Suzuki entra y cura a su señora. Adelaide llega al día siguiente para encontrarse con una casa deshabitada.
¿Era Madame Butterfly (aparecida como un breve relato en enero de 1898 en el Century Magazine) un plagio bien disimulado de Loti? Long siempre se escudó en el argumento de que su novela se basaba en hechos reales narrados a él por su hermana, misionera en Nagasaki. Siempre según Long, ella había conocido al hijo de la verdadera Butterfly, un tal Tom Glover, cuyo padre habría sido un marino mercante británico. Al ser abandonada, la madre había intentando, sin éxito, suicidarse. Loti se centró no sólo en su peculiar historia con Kikú, sino en las costumbres japonesas. A Long en cambio le interesaba más la historia de Cho-Cho San, y abandonó el punto de vista del oficial para centrarse en la joven japonesa. Huelga decir que tampoco el pragmatismo de la novela francesa estaba presente. Cho-Cho San, convertida al cristianismo por su esposo, alejada de sus familiares (al contrario que Kikú, que vuelve con su madre y con el resto de su familia cuando se separa de su oficial francés), se enamora sinceramente del arrogante Pinkerton (Long fue severamente criticado por retratar así a un oficial estadounidense) que promete volver a ella "cuando aniden los petirrojos". Ya conocemos el resto de la historia. Cuando años más tarde vuelve con su esposa occidental a Nagasaki, no se atreve a enfrentarse a Butterfly. Sí lo hace la esposa norteamericana, Adelaide. El encuentro entre ambas es bastante curioso. La mujer occidental, rubia y vestida a la última moda, "más bella que la diosa del Sol", según Butterfly, perdona condescendientemente a la japonesa "por enamorar a nuestro (sic) hombre" y reclama al niño, que encuentra encantador. Trata a Butterfly como un juguete, lo que desconcierta a Cho-Cho San. Esta, que al contrario que su homónima operística, ha considerado la posibilidad de entregar su mano a Yamadori para hacer reaccionar a Pinkerton, se cree abocada al suicidio. Así que llega a apoyar la espada contra su garganta y a herirse. "Sus antepasados la habían enseñado a morir, pero él la había enseñado a vivir. No, a convertir la vida en algo dulce. Y sin embargo ahora él era la razón por la que moría. ¡Extraña razón! Ella ya sabía antes lo triste que era morir. Él lo era todo; ahora se había ido, y le había dejado el vacío". Pero el llanto de su hijo en la habitación vecina la detiene... Cho-Cho San comprende que su vida no está vacía, como ella creía. Le queda el niño. Suzuki entra y cura a su señora. Adelaide llega al día siguiente para encontrarse con una casa deshabitada.
2 comentarios:
Felicidades por "el curre" que te estás dando, con las óperas de Puccini. ;-)
¡Muchas gracias!
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