viernes, 3 de julio de 2009

El Holandés Errante: el argumento

Wagner compuso su "ópera romántica" sobre el más célebre de todos los barcos fantasmas para que fuera representada en un solo acto, rompiendo así (como era una constante en él) ciertas tradiciones del repertorio contemporáneo. Pero durante muchos años se ha tendido por razones prácticas a dividirlo en tres actos. La peripecia de nuestro capitán maldito comienza con la Obertura, que aquí podéis escuchar en interpretación de Giuseppe Sinopoli (no es ni mucho menos mi interpretación favorita, pero no hay demasiadas versiones disponibles en vídeo, curiosamente):

vídeo de bogdankos
La obertura, con ligeros cambios que diferencian la coda de la versión estrenada en Dresde en 1843 y su revisión de 1864, ha sido definida como una anticipación de todo el argumento y se inicia con uno de los leitmotiven que Wagner utilizará a lo largo de toda la obra, el del Holandés. Digamos que la obertura nos lleva a través de la tormenta, la redención (recogiendo un tema que escucharemos en la balada de Senta) una y otra vez, pasando por la alegría de los marineros del padre de nuestra heroína, Daland. Así las cosas, el telón se abre (es un decir) en las costas noruegas, cerca de Sandwike. El barco del marino Daland ha tenido que buscar refugio debido a una violenta tempestad que ha impedido que llegase a Sandwike, su destino, y sólo cuando le faltaban siete millas para llegar. Daland se muestra, como es lógico, contrariado. Resignado a esperar hasta que pase la tormenta (pues cree que es demasiado aparatosa como para que sea de larga duración), se retira a descansar, como el resto de los tripulantes del barco. De guardia queda el Timonel, que comienza una nostálgica canción sobre la amada que le espera en tierra. Escuchémosla en la voz de Vittorio Grigolo (una vez más una interpretación que dista mucho de convencerme, por decirlo suavemente), bajo dirección de Daniele Gatti.

vídeo de keyakix
Mientras las últimas olas de la tempestad golpean el barco, el Timonel se adormece lentamente. Es entonces cuando aparece el barco de rojas velas y mástiles negros, que atraca junto al de Daland. Su capitán, el Holandés Errante, salta a tierra, dando rienda suelta a toda su desesperación en el monólogo Die Frist ist um. Se ha cumplido el plazo: cada siete años, Dios le da la oportunidad de redimirse y de buscar a una mujer que lo ame desinteresadamente y que le sea fiel hasta la muerte. De otro modo, él y su tripulación seguirán vagando por los mares durante toda la Eternidad. Es inútil buscar la muerte intentando estrellar el buque contra los acantilados, provocar a los piratas para que lo aborden: el Holandés jamás halla la muerte. Con el paso del tiempo, ha desesperado de encontrar a una mujer que acabe con el suplicio. Hasta ahora, todas se han mostrado inconstantes. Pero está obligado a intentarlo, una vez más. Escuchemos a Hans Hotter como el Holandés:

vídeo de 242463
Daland vuelve a cubierta y se encuentra con el extraño navío; después de la sorpresa procede a despertar al Timonel y lo reprende por haberse dormido durante la guardia. El capitán del barco noruego y el Holandés emprenden una conversación (sorprende que un marino como Daland no reconozca de inmediato al barco maldito). El Holandés le pide hospitalidad y despierta su interés con un cofre lleno de joyas, que le ofrece a cambio de la mano de su hija, si es que tiene una. Por extraño que pueda parecernos, Daland, viendo la fortuna que le presenta el perfecto desconocido (que además afirma que a bordo de su nave hay mucho, mucho más), accede a entregarle a Senta en matrimonio. Al fin y al cabo, ¿no es un yerno rico (sic) lo que todos los padres desean para sus hijas? Con la partida de ambos barcos y el jolgorio de los marineros, termina esta escena que en las versiones en tres actos constituía el primero de ellos...
...Mientras tanto, en Sandwike, las muchachas del lugar, capitaneadas por la vieja Mary, hilan para sus prometidos. Todas se muestran frenéticas en su trabajo, salvo Senta, la hija de Daland, que siempre está contemplando con expresión arrobada el cuadro que preside la habitación y en el que está representado un hombre pálido y misterioso: el Holandés. Las demás muchachas se burlan de Senta: no tiene que molestarse en hilar para su (posible) futuro esposo, ya que su pretendiente, Erik, es cazador. Luego pasan a burlarse de su afición a soñar ante el retrato del Holandés. ¿No estará Erik celoso? ¿No acabará disparando contra la pared? Senta acaba pidiéndole a Mary que cante la balada sobre el marino errante, que aprendió de sus labios. La anciana se niega, y es Senta quien la entona. Veamos a Nina Stemme en una representación vienesa, bajo la batuta de Seiji Ozawa. El vídeo es de Onegin65:

La balada nos pone al corriente del origen de la maldición: un día, cuando intentaba doblar un cabo teniendo en contra el viento, el capitán gritó en alta voz que lo conseguiría aunque le costase la Eternidad. Satanás lo oyó y le tomó la palabra, castigando así su arrogancia. El Holandés y su tripulación están obligados a navegar sin descanso. Su única esperanza es encontrar a una mujer que lo redima. Pero hasta ahora todas han fallado en su cometido y el barco ha vuelto a zarpar. Las muchachas acaban compadecidas del Holandés y rezan para que alcance el descanso. Senta, como en trance, se ofrece a ser ella la que redima al pobre infeliz. Mary y las demás se sobresaltan e intentan calmar a la muchacha. En pleno jaleo entra Erik, el enamorado de Senta, y trata de calmarla. El personaje de Erik (así como su tendencia a tener sueños premonitorios) es un añadido de Wagner; Heine no nos hablaba de un segundo pretendiente a la mano de su heroína. El cazador anuncia la llegada del barco de Daland. Las muchachas salen dispuestas a prepararlo todo para recibir a los hombres. Senta y Erik se quedan solos. Erik declara una vez más su amor a la muchacha, de cuyo padre teme la codicia. El cazador le pregunta a Senta si le quiere, a lo cual esta responde que sí... aunque no es con el amor que Erik preferiría, sin duda. La joven aún sigue distraída mirando el retrato. Erik aborrece el cuadro y la balada. Además ha tenido un sueño relacionado con un extraño que venía con Daland y se llevaba a Senta. Ella toma eso como una señal: el ángel de Dios ha aceptado su voto y el Holandés será su esposo.


vídeos de Scalatti
Erik abandona el lugar, desesperado. En ese instante se abre la puerta, dejando pasar a dos figuras, Daland y el Holandés. Senta lo reconoce al instante, aunque no lo dice de viva voz y pregunta a su padre el nombre del extranjero. Después de reñirla cariñosamente por no darle la bienvenida, Daland le dice que debe ser amable con el recién llegado, un marino como él. Mañana será su esposo. Tras mostrarle un collar y un broche que el Holandés ofrece como regalo de boda, Daland los deja a solos. Ni Senta ni el Holandés, mutuamente fascinados, han dicho aún una palabra. Durante el siguiente dúo (Wie aus der Ferne), el Holandés y Senta dan rienda suelta a todas sus esperanzas. Él, sin revelar su identidad, advierte a la muchacha del inmenso sacrificio que conlleva aceptar su propuesta de matrimonio. Senta lo tranquiliza y el Holandés, exaltado, cree por fin llegada la hora de su salvación. Cuando vuelve Daland, su hija le comunica que acepta la proposición del extranjero. Escuchemos a Kirsten Flagstad y Herbert Janssen:

(nuevamente, el vídeo es de Scalatti)
Con el dúo de Senta y el Holandés terminaría lo que, en las representaciones en las que existía esta división (que habría desesperado a Wagner, seguramente), sería el Acto II. La siguiente escena se abre sobre una alegre fiesta en la que todo Sandwike está implicado. Solamente la tripulación del siniestro buque de velas rojas permanece en un obstinado silencio. Mientras las mujeres se acercan e invitan a participar a la tripulación holandesa en su alegría, del barco surge una lúgubre canción que se burla del destino de su capitán. Los habitantes de Sandwike comprenden al fin ante qué tipo de fenómeno se encuentran.

El coro festivo de los marineros noruegos en un vídeo de hgklrrkdlfr
Mientras tanto, Erik ha ido a visitar a Senta e intenta hacer que cambie de opinión respecto al matrimonio con el lúgubre extranjero. La joven no quiere escucharle, pero el Holandés los sorprende en plena discusión y malinterpreta su actitud. Creyendo que Senta le es infiel, vuelve desesperado a su barco, dando la orden de zarpar. Antes, le revela a Senta su identidad y le dice que se marcha antes del matrimonio para evitarle una condena eterna, pues ese es el castigo reservado a las mujeres que traicionan al Holandés. En vano ella le grita que sabe quién es desde el principio y que se conserva leal. El Holandés sube a bordo de su nave y la tripulación fantasmal le acoge con una burlona carcajada. Huyendo de Daland y Erik, que tratan de retenerla, Senta se arroja por un acantilado, gritando: "¡Heme aquí fiel a tí hasta la muerte!". El barco del Holandés se hunde entonces: su condena ha terminado gracias al sacrificio de Senta. A lo lejos, puede verse cómo ella y el Holandés, transfigurados, en brazos el uno del otro, ascienden a los cielos rodeados de "una deslumbrante aureola". Veamos el desenlace con Nina Stemme. El acantilado, el mar y todo lo demás tendréis que ponerlo con vuestra imaginación. Me pregunto si harían a Brunilda arrojarse por un acantilado, por lo del intercambio.

el vídeo es de philopera

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