Hace ya muchos años y dentro de una entrañable colección llamada Memoria de la Historia (hoy desaparecida, aunque los volúmenes siguen encontrándose por tiendas de lance o son reconvertidos en las editoriales de bolsillo) leí un libro en el que se combatía los errores y tópicos relacionados con ciertas figuras y hechos históricos. La muerte de Cleopatra o el pánico universal del "año 1000" eran algunos de los temas tratados. También se hablaba de la mala prensa de Atila, el rey de los hunos, que no habría sido la figura sanguinaria que pintan las crónicas de los historiadores romanos (que naturalmente no iban a darle buena prensa). Al menos, no tan sanguinaria. Fue el primer contacto "serio" con esta figura de la que sólo conocía anteriormente la celebérrima frase sobre su montura. Lo cierto es que la investigación no fue mucho más allá.
Hagamos un breve resumen, ya que, como decía en una entrada anterior, Attila tiene ciertos puntos en común con la realidad histórica, incluída la muerte de Atila en plena noche de bodas (aunque probablemente no a manos de su flamante esposa, pero eso ya lo veremos).
Unas cuantas décadas antes de la invasión de Atila, un historiador romano (más concretamente Amiano Marcelino) había descrito a los hunos como animales bípedos que se sentaban en sus caballos feos y deformes como si estuvieran clavados a ellos. He ahí la imagen tópica de los hunos: el pueblo feroz y nómada que prácticamente vive sobre la silla de montar, y he ahí también el desprecio que los romanos sentían hacia los bárbaros, léase hacia todos los que no eran ellos mismos. Cosa que antes ya habían hecho los griegos, y así podríamos seguir eternamente. Cuando nuestro historiador escribió estas palabras corría el año 380 y los hunos no se habían convertido en el terror del Imperio de Occidente. El origen de los hunos no es conocido con exactitud, aunque se supone que procedían del centro de Asia, de China ( los hiong-nu), de donde habrían sido expulsados. Aparte de su legendaria habilidad como jinetes, los hunos eran diestros en el manejo del arco. El arco huno era de mayor alcance que el que usaban cualquiera de las tribus enemigas.
Para cuando Prisco (al que se le deben algunos de los testimonios más importantes sobre el legendario rey de los hunos) visitó la corte de Atila, se encontró un hombre que hablaba y escribía latín y que también se manejaba con el griego. Tenía consejeros de origen griego y romano. La corte era un lugar más refinado y su imperio había sido organizado de forma elemental, dividiéndolo en distritos, cada uno de ellos al mando de un comandante militar. Los pueblos sometidos por los hunos debían, es lógico, pagar un tributo, pero no había un sistema fiscal propiamente dicho, ni tampoco judicial. Atila había organizado su vasto imperio; la corte de los hunos estaba muy lejos de ser la guarida de los animales bípedos antes mencionados.
Atila había subido al trono en el año 434, como de su tío Rugila. No estaba solo: junto a él era corregente su hermano, Bleda. Este murió en el año 440 en un accidente de caza o bien Atila se deshizo de su competidor. Rugila y Atila ya habían hecho una incursión en los Balcanes, "asolando setenta ciudades", y habían llegado hasta las puertas de la capital del Imperio de Oriente, Constantinopla, causando el terror de sus habitantes. Ya como soberano indiscutido de los hunos, Atila se volvería hacia el Imperio de Occidente, gobernado por Valentiniano III. Según la leyenda, su fe se veía reforzada por el hallazgo de una espada que permitía a su portador ser invencible en la batalla y conquistar el mundo. Otra historia no es menos rocambolesca e implica a la hermana del emperador.
Honoria era la hermana de Valentiniano III. Según algunas fuentes, despreciaba al emperador por su debilidad y había conspirado para asesinarlo, después de lo cual fue desterrada. Según otras, Valentiniano planeó su casamiento con un senador y ella se opuso. En todo caso se dice envió a Atila una carta acompañada de un anillo ofreciéndose a ser su esposa si la rescataba de su destino. El soberano huno se habría tomado en serio la propuesta, invadiendo el Imperio para reclamar a su prometida en el 450. Claro que, menos poéticamente, podemos deducir que las provincias orientales no suponían ya una fuente de riquezas para los hunos y por tanto buscaron fortuna en otras latitudes. Atila y sus huestes penetraron en la Galia, ocupando diversas ciudades y dirigiéndose a Orléans. Su avance lo detuvieron Aecio, "el último romano" y su aliado visigodo Teodorico en la Batalla de los Campos Catalaúnicos (451). Teodorico murió en combate. Atila y sus aliados fueron vencidos, pero pudieron retirarse con cierto orden, sin que Aecio los persiguiera.
Al año siguiente, Atila invadió Italia. Después de la toma de Aquilia, Valentiniano III se sintió lo bastante espantado para huir de Rávena y refugiarse junto al Papa León I en Roma. Antes de que los hunos avanzaran hacia la Ciudad Eterna, y a sugerencia de un miembro del Senado, San León Magno fue a conferenciar con Atila. Según la tradición, al llegar el anciano junto a él, Atila vio a San Pedro y San Pablo que bajaban del cielo a su encuentro. Impresionado, Atila habría decidido no atacar Roma y dejar Italia. Parece que, menos románticamente, lo que el Papa había propuesto al huno era el pago de un tributo a cambio de que se retirara. Con el ejército diezmado por las epidemias, Atila habría aceptado el trato y emprendido el camino de vuelta, regresando a su corte. Los planes para atacar nuevamente Constantinopla (habían dejado de pagar el tributo acordado con los hunos) no se llevaron a cabo. En los primeros meses de 453, Atila decidió casarse con una hermosa princesa bactriana (o goda, según los autores), Ildico. Atila había hecho decapitar a su padre y es de suponer que Ildico no se sentía demasiado feliz cuando se celebraron sus nupcias con Atila. Este se retiró del banquete nupcial en un estado de embriaguez y amaneció muerto. Al parecer sufrió una hemorragia nasal y se ahogó en su propia sangre. A Ildico, la flamante esposa, la encontraron asustada y temblando en un rincón de la tienda. Normalmente se ha excluído a Ildico de toda responsabilidad en la muerte del rey de los hunos; así lo haría su contemporáneo Prisco. Otros autores más tardíos adoptarían la versión de que había sido Ildico quien había apuñalado a Atila durante la noche. En todo caso la muerte de su rey condujo a la desaparición del imperio que él había organizado. Sus hijos acabaron guerreando por la sucesión y los pueblos que los hunos habían sometido a su paso se rebelaron. Sólo un año después de la muerte de Atila, en 454, una coalición formada por algunos de sus antiguos vasallos derrotaba a los hunos en la Batalla de Nedao, donde también habría muerto (en combate o asesinado por uno de sus generales) el hijo mayor y heredero de Atila, Elac.
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