domingo, 15 de noviembre de 2009

La Vestale: el argumento (IV)




El ACTO II  (un "incesante crescendo", diría Berlioz, que adoraba esta ópera) comienza con una nueva plegaria de las Vestales, la de la tarde. La Vestal Máxima encomienda a Julia la tarea de vigilar el fuego sagrado esa noche, dejándola sola. Sigue el número más famoso de toda la ópera, Toi que j'implore avec effroi, más conocida como Tu che invoco con orrore, una larga escena para la soprano, en la que la protagonista se debate nuevamente entre su amor por Licinius y el terror que le inspira la divinidad a la que sirve. En realidad la escena de Julia está compuesta por dos arias, la que ya se ha mencionado e Impitoyables dieux! (o lo que es lo mismo, Sospendete qualque istante...). La vestal pasa por toda una gama de estados de ánimo mientras cuida el fuego de la diosa, que palidece cuando ella extiende su mano sobre él. Va de la desesperación en la que pide a la diosa que borre de su  alma a Licinius al terror ante la muerte que la acecha,  pasando por una especie de delirio transitorio... hasta rendirse a la evidencia de que nada puede apagar su pasión por Licinius. Así que abre las puertas del templo y espera a que él llegue a buscarla. Se conforma con verle unos instantes, aunque sabe que luego la venganza divina caerá sobre ella. Vamos a escuchar la escena (salvo la parte final de Impitoyables dieux!) en la grabación de estudio de Maria Callas, con Tullio Serafin. Se incluye (como otras dos arias de La Vestale, O Nume tutelar y Caro oggetto) en el recital Callas at la Scala, que también incluye las arias de Medea y La Sonnambula. El recital constituye una manera de acercarse a la interpretación callasiana de este personaje sin necesidad de soportar la terrible calidad sonora con la que nos ha llegado la integral de 1954:

vídeo de ThPaw
GIULIA
Tu che invoco con orrore,
Dea tremenda, alfin m’ascolta:
Questo misero mio core
Fa che possa respirar.
Or che vedi il mio tormento,
Le mie smanie, i mei contrasti,
Deh! Ti basti. In me l’ardore
Puoi tu sola dissipar
(si alza, ascende sull’altare e vi attizzi il fuoco)
Su questo sacro altare,
Che otraggia il mio dolor,
fremendo io porto la sacrilega mano.
L’odioso aspetto mio pallida rende questa fiamma immortal.
Vesta ricusa i voti miei;
E m’urta il braccio suo lungi da lei.
(smarrita si aggira per la scena)
Amor, tu il vuoi, m’arrendo…
Ma dove io porto il pie?
E qual delirio, ohimè! Miei sensi invade?
Invincibil potere a’danni miei cospira;
Mi stringe, mi trasporta…
T’arresta: hai tempo ancor:
Sotto i tuoi passi la morte, o Giulia, stassi.
La folgor sul tuo capo…
(delirando)
Ma Licinio è colà… posso mirarlo,
Favellargi, ascoltarlo,
E il Timor mi trattiene?
Non più, del mio delitto
Furore, amor, la pena han già prescritto.
Sospendete qualche istante
La vendetta, o crudi Numi
Finché possa il caro amante
Coll’aspetto e i vaghi lumi
Queste soglia consolar.
Poi sommesa alla vostra possanza
Questa vita fatal che m’avanza
Sia l’oggetto del vostro furor.


GIULIA
Tú, a quien invoco con horror,
diosa terrible, escúchame al fin:
haz que este pobre corazón mío
pueda respirar.
Ahora que ves mi tormento,
Mi locura, mi lucha,
¡que ello te baste! Sólo tú puedes
apagar la llama que arde en mí.
(Se levanta, se dirije al altar y atiza el fuego)
Sobre este altar sagrado,
que insulta mi dolor,
temblando tiendo la sacrílega mano.
Mi odiosa presencia hace palidecer la llama inmortal.
Vesta rehúsa mis plegarias,
y aleja su brazo de mí.
(desesperada se agita por la escena)
Amor, tú lo has querido, me rindo.
¿Pero qué estoy haciendo, ay de mí?
¿Qué delirio nubla mis sentidos?
Un poder invencible conspira para perderme,
me aprisiona, me arrastra…
¡Detente, aún estás a tiempo!
La muerte sigue tus pasos, oh Julia,
el rayo está a punto de alcanzarte…
(delirando)
Pero Licinio está ahí… puedo verlo,
hablarle, escuchar su voz…
¿Y el temor me detiene?
¡Ah, no, para mi delito
el furor y el amor ya han fijado la pena.
Suspended durante unos instantes
vuestra venganza, oh crueles Dioses
hasta que pueda el querido amante
con su aspecto y con sus miradas
consolar estos lugares.
Luego, sumisa a vuestro poder,
que esta vida fatal que me abandona
sea el objeto de vuestro furor


Hablando de Callas y de este aria (que cantó en varios recitales), a veces, en directo, insertaba un agudo "extra" en Sia l’oggetto del vostro furor, como pasó en la representación de 1954 y como puede escucharse aquí, aunque no lo hizo así siempre, véase el concierto de Hamburgo de 1959 (en el que, por otro lado, al parecer no estaba en muy buenas condiciones de salud). También lo hace Gencer en 1969, así como Scotto en la grabación en directo con Gui. Como en la única grabación anterior de la que dispongo (Vitale/ Previtali) esta nota no se inserta, todo parece indicar que la pequeña tradición (si se puede hablar de tal cosa en una ópera tan escasamente representada) fue iniciada por la misma Callas. Para la grabación en estudio del aria, la Divina parece haber optado por ahorrarse el alarde. De lo cual me alegro, ya que el aria la prefiero a pelo. Ya de paso, escuchemos la versión original francesa con Gundula Janowitz. Los cambios en el texto son menores: Julia pide con más insistencia a la diosa que apague su amor hacia Licinius (Laisse-toi fléchir par mes larmes/ étouffe ma funeste ardeur) que, según dice, le causa remordimientos, mientras que la Giulia de la versión italiana estará atormentada, pero de arrepentirse, poco:

Después de que Julia abra las puertas del templo, aparece Licinius. Apenas su voz se deja oir en el templo, el altar tiembla, lo que no presagia nada bueno. No obstante, él está convencido de que el dios del Amor vela por ellos y le dice a la vestal que no debe temer nada. Julia contesta que sólo tiene miedo por lo que pueda pasarle a él. Mientras los amantes conversan, la llama de la diosa vuelve a languidecer. Julia la reaviva, mientras Licinio se disculpa ante Vesta de amar a quien se asemeja a ella. Acaban uniendo sus manos sobre el altar, en una especie de ceremonia de compromiso. Pero en ese momento el fuego se apaga de golpe, lo que equivale a una sentencia de muerte para ambos. Escuchemos a Franco Corelli y Maria Callas en la grabación de 1954:

Cinna, que había estado esperando fuera del templo, entra y ruega a su amigo que huya de allí, ahora que los favorece la noche. Licinius se niega a abandonar a Julia en manos de los sacerdotes, pero ella insiste para que se vaya: su presencia allí no puede cambiar su destino, sino empeorar las cosas. Cinna tiene que llevárselo  prácticamente a rastras, mientras el general promete a la joven que la salvará de la muerte. Al mismo tiempo (las noticias vuelan) se oyen los airados cantos de los sacerdotes, que se encaminan al templo para sorprender a la pareja culpable que ha hecho que la llama se apague. Licinius se marcha y Julia cae exánime sobre el altar. Con este panorama se encuentran el Pontífice y sus acompañantes al entrar en el templo. Y el interrogatorio comienza. Julia confiesa abiertamente que ama, ante el escándalo general, reclamando para sí la muerte como castigo. Luego se encomienda a la diosa Latona en una plegaria que también se ha hecho su rinconcito en  los recitales sopraniles, O Nume tutelar, o lo que es lo mismo, Ô des infortunés deése tutélaire!:

vídeo de 242463


O Nume tutelar degli infelici,
Latona, odi i miei preghi.
L’ultimo voto mio ti mueva, o Nume.
Pria che al destino io soccomba,
Fa che dalla mia tomba
S’allontani quell’adorato oggetto
Per cui morte m’attende



Oh Diosa tutelar de los infortunados,
Latona, escucha mi plegaria.
Que mi último deseo te conmueva, oh Numen.
Antes de que sucumba a mi destino,
haz que de mi tumba se aleje aquel
por cuya causa muero.


Los interesados en otras interpretaciones pueden además encontrar las de Montserrat Caballé (un tanto sui generis, no por ella, sino porque el parecido de lo que escuchamos con la obra de Spontini es más bien lejano), Renata Scotto o Raina Kabaivanska, por poner tres ejemplos aparte de Callas y Ponselle. La vestal caída en desgracia es interrogada acerca de la identidad de su amante, pero Julia se niega a revelarla. El Pontífice lanza entonces un anatema contra ella y ordena que le sean arrancados el velo y las insignias de vestal: su castigo es ser enterrada viva. Si O Nume tutelar suena belliniano, el final del Acto lo hace a Rossini. Al Barbero de Sevilla, concretamente. Escuchemos primero De son front, que la honte accable (a partir del minuto 2:20, aproximadamente):


Y ahora, Rossini, a partir del 0:35. Desde luego hay cierto parecido...:

 Julia es despojada, pues, de sus insignias y cubierta con un velo negro, para ser escoltada a las afueras de Roma. Allí se cumplirá la sentencia. Pero eso ya es asunto del tercer y último acto.

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