Y llegamos al desenlace. En el ACTO III, el telón se alza sobre el Campus Sceleratus,cerca de la Porta Collina, el lugar donde se entierra vivas a las vestales que han traicionado sus votos. La sepultura ya ha sido preparada para Julia. Entra Licinius, que se debate entre la angustia y el furor, ante la posibilidad de que su amada acabe sus días de tan terrible manera. Pero está dispuesto a luchar contra todos para salvarla. Escuchemos a Franco Corelli en la grabación de 1954 (por si no lo he dicho bastantes veces: las traduciones son caseras, de modo que seguramente habrá alguna metedura de pata):
LICINIO Ohimè! Quale apparato!... Spettacolo d’orrore! L’alma mia s’abbandona al suo furore… Cieco sdegno mi guida… freme il suolo Sotto i mei passi, è pronto e già l’avello A ingoiar quanto il mondo ha di più bello. Giulia fia ver che mora!... Ah! No, s’io vivo ancora; Di così bella vita Vo’farmi difensor. Contro il destin severo Che invan placare io spero, Dovrà prestarmi aita Un disperato amor. | LICINIO ¡Ay de mí, qué preparativos! ¡Qué horrible espectáculo! Mi alma se abandona a su furor… El ciego ímpetu me guía… tiembla el suelo bajo mis pasos, y dispuesta está ya la tumba a engullir cuanto hay de bello en el mundo… ¡Julia va a morir! ¡Ah, no, mientras yo viva! De una vida tan preciada, quiero ser el defensor. Contra el severo destino, que en vano espero aplacar, deberá prestarme ayuda un desesperado amor. |
vídeo de TenoreCorelli
Pero ese severo destino al que alude Licinius parece empeñado en acabar con Julia. Cinna se presenta y le revela que pocos de sus soldados han querido participar en el secuestro de una vestal condenada a muerte. Todos le compadecen, pero pocos son tan osados como para incurrir en un sacrilegio por su causa. Licinius maldice la cobardía de sus hombres. Cinna le consuela: los pocos que han decidido seguirle serán suficientes, y en cuanto a él, está dispuesto a dar su vida. Pero antes de atacar a la comitiva que conduce a Giulia hacia allí, Cinna le sugiere que implore la piedad del Pontífice Máximo. Tal vez pueda evitarse la lucha. No obstante, como era de esperar, el Sacerdote se niega a conceder a Julia el indulto. La diosa no tolera que sus sacerdotisas rompan su voto de castidad. Licinius le contesta que la propia Roma debe su existencia a una vestal que quebrantó esa ley (Licinius se refiere a Rea Silvia, la madre de Rómulo y Remo). El Pontífice Máximo se cierra en banda: Julia debe morir. Nuestro enamorado general revela su culpabilidad en la extinción de la llama sagrada, afirmando que desea morir con la vestal, o salvarla. Morirás sin salvarla, es la respuesta. Licinius le amenaza con sus tropas: si se le ocurre seguir adelante y Julia muere, atacará con sus tropas, e inmolará ante su tumba al Pontífice y a todo sacerdote de las cercanías. Su interlocutor no se deja amilanar: ni su valor, ni sus tropas, ni nada podrán impedir que se acate la voluntad de los dioses. Licinius y sus amigos morirán sobre la tumba de Julia. Desesperado, el general parte para reunirse con Cinna y los soldados. Escuchamos el dúo en la versión de la RAI de 1974.
Algo amedrentado por el anuncio de Licinius (se comprende, ante tantas ansias sanguinarias), el Arúspice sugiere suspender el sacrificio. Una vez más, el Pontífice Máximo se niega. En la lejanía, se escucha la marcha fúnebre que acompaña a Julia al suplicio. Mientras el pueblo demanda con feroz insistencia la muerte de la vestal, las muchachas y sus compañeras la compadecen. Las voces que piden su muerte acaban por imponerse mientras el cortejo desemboca en el Campus Sceleratus. Una vez más, De Jouy y Spontini disponen una verdadera multitud para esta escena., entre el pueblo romano, los sacerdotes y las vestales. Escuchamos al coro y la orquesta de la Scala, en la grabación del 93 dirigida por Muti :
LICINIUS. Pontife de nos dieux! D’un sacrifide affreux L’appareil se prepare: Victime d’une loi barbare, La beauté, la jeunesse est livrée aux borreaux, Et vivante descend dans la Nuit des tombeaux. LE PONTIFE Telle est la volonté des dieux. LICINIUS Mais leur clémence peut laisser À ta voix désarmer leur vengeance. Je viens pour Julia réclamer ton appui. LE PONTIFE Qu’oses-tu demander, quand l’etat aujourd’hui, quand le salut de Rome exige une victime? LICINIUS Le salut des états ne dépend pas d’un crime. LE PONTIFE Ces tristes monuments te disent que jamais Vesta n’a perdoné de semblables forfaits. LICINIUS Romulus en naissant bravait ta loi fatale; Mars lui donna le jour au sein d’une vestale. LE PONTIFE Julia doit mourir. LICINIUS Elle ne mourra pas. LE PONTIFE Les dieux demandent son trépas LICINIUS Connais tous mes forfaits, connais mon seul espoir. Je suis son amant, son complice; et je dois l’arracher ou la suivre au supplice. LE PONTIFE Tu périras sans la sauver: Contre un pouvoir divin, que tu prétends braver, Ta gloire est un arme frivole. La roche Tarpéienne est près du Capitole. Duo LICINIUS C’est à toi de tembler: Dans ma juste colère, Mon bras peut ébranler Ton autel sanguinaire. LE PONTIFE C’est à toi de tembler; Le ciel a son tonnerre, LICINIUS Si Julia périt, redoute mes transports. J’ai des amis que ma fureur anime, Nous couvrirons ces champs de morts, Et nous sauverons la victime. Et j’immolerai sur sa tombe Toi, tes prêtres cruels, et moi-même apres eux. LE PONTIFE Les cieux arrêterons tes criminels efforts. Toi, tes amis, que ta fureur anime, Tremblez, tremblez, vos vains efforts Ne sauveront pas la victime, Bientôt ici sur cette tombe, Tes amis périront, et toi-même avec eux. | LICINIUS ¡Pontífice de nuestros dioses! Para un sacrificio atroz todo se ha preparado. Víctimas de una ley bárbara, la juventud, la belleza, son libradas al verdugo, y en vida descienden a la noche de las tumbas. EL PONTÍFICE Tal es la voluntad de los dioses. LICINIUS Pero su clemencia puede dejar a tu voz desarmar la venganza. Vengo a implorar clemencia para Julia. EL PONTÍFICE ¿Cómo osas demandarla, cuando hoy, el Estado, la salvación de Roma, exigen una víctima? LICINIUS La salvación de los estados no depende de un crimen. EL PONTÍFICE Estos tristes monumentos te dicen que Vesta jamás ha perdonado un crimen de esta clase. LICINIUS Rómulo, al nacer, desafió tu ley fatal; Marte lo engendró en el vientre de una vestal. EL PONTÍFICE Julia debe morir. LICINIUS No morirá. EL PONTÍFICE Los dioses exigen su muerte. LICINIUS Conoce entonces mis crímenes y mi única esperanza. Soy su amante y su cómplice: debo salvarla del suplico, o seguirla a él. EL PONTÍFICE Morirás sin salvarla: contra el poder divino, que pretendes desafiar, tu gloria es un arma vana. La roca Tarpeya está muy cerca del Capitolio. Duo LICINIUS Eres tú quien debe temblar: en mi justa cólera, mi brazo puede quebrantar tu altar sanguinario. EL PONTÍFICE Eres tú quien debe temblar: el cielo tiene sus rayos. LICINIUS Si Julia muere, teme mi cólera. Tengo amigos, a quienes mi furor anima, cubriremos estos campos de muertos, y salvaremos a la víctima. Tú y tus crueles sacerdotes seréis inmolados sobre su tumba, y después os seguiré. EL PONTÍFICE Los cielos detendrán tus criminales planes. Tú, tus amigos, a los que tu furor anima, temblad, temblad, vuestros esfuerzos son vanos. No salvaréis a la víctima. Pronto sobre esta tumba, tú y tus amigos encontraréis la muerte. |
Algo amedrentado por el anuncio de Licinius (se comprende, ante tantas ansias sanguinarias), el Arúspice sugiere suspender el sacrificio. Una vez más, el Pontífice Máximo se niega. En la lejanía, se escucha la marcha fúnebre que acompaña a Julia al suplicio. Mientras el pueblo demanda con feroz insistencia la muerte de la vestal, las muchachas y sus compañeras la compadecen. Las voces que piden su muerte acaban por imponerse mientras el cortejo desemboca en el Campus Sceleratus. Una vez más, De Jouy y Spontini disponen una verdadera multitud para esta escena., entre el pueblo romano, los sacerdotes y las vestales. Escuchamos al coro y la orquesta de la Scala, en la grabación del 93 dirigida por Muti :
LE PEUPLE (en dehors) Périsse la vestale impie, Objet de la haine des dieux; Que son trépas expie Son forfait odieux! LA GRANDE VESTALE, JEUNES FILLES, et VESTALES Tant de jeunesse, tant de charmes Vont périr au sein des douleurs. Dieux cléments! Pardonnez les larmes Que nous arrachent ses malheurs. | EL PUEBLO (desde fuera) Que perezca la vestal impía, objeto de la ira de los dioses; ¡Que su muerte expíe su odioso crimen! LA GRAN VESTAL, MUCHACHAS y VESTALES: Tanta juventud, tanta belleza, van a desaparecer en medio del dolor. ¡Dioses misericordiosos! Perdonad las lágrimas que nos arranca su desdicha. |
Julia dice adiós a sus compañeras de orden, y luego se arrodilla ante la Gran Vestal, implorándole que en sus últimos momentos le sirva de madre y la bendiga. La sacerdotisa accede, entre lágrimas. Sí, tengo para tí el corazón de una madre, y bendigo a mi hija, que abraza mis rodillas. Después vuelve sus pensamientos hacia Licinius, en el aira Toi, que je laisse sur la terre, Caro oggetto en la versión italiana. Una vez más la escuchamos en la voz de Maria Callas, y una vez más en la grabación de estudio. En la representación de la Scala se tomó la inexplicable decisión de cortar parte del aria, que para más señas es bastante breve.
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GIULIA Caro oggetto, il di cui nome Proferir non m’è concesso; Mio delitto è sol d’amarti; In lasciarti io t’amo ancora Ed a quella tomba appresso, Mentre errante è l’alma amante, D’un fatale amor la face Più verace io sento al core. Ah, l’ultimo pensier mio Morendo ancor t’invio, L’estremo mio suspiro Esalerò per te. | GIULIA ¡Querido mío, cuyo nombre no puedo pronunciar! Mi único delito ha sido amarte; y al dejarte aún te amo más. Y, al lado de esta tumba, mientras mi alma enamorada vaga, la llama de un amor fatal, más viva siento en mi corazón. Ah, aun muriendo te envío mi último pensamiento, mi último suspiro lo exhalaré por ti. |
Julia es conducida hasta el borde de la tumba y su velo es dispuesto sobre el altar apagado. Si los dioses consideran que deben perdonarla, la llama sagrada brotará al instante. Las muchachas y las vestales ruegan a la diosa que sea clemente. Pero nada sucede. El Pontífice entrega a Julia una lámpara para que descienda al sepulcro. Se oye el fragor de las armas: es Licinius, que viene a rescatar a la vestal. Ante el estupor de todos los presentes, el general se abre paso y apoya un puñal contra su pecho: es él quien debe morir, Julia es inocente. La vestal niega conocer a Licinius: reclama para sí toda la culpa. El pueblo toma el partido de matarlos a los dos. Para evitar un baño de sangre, Julia desciende al sepulcro. Justo cuando las armas están a punto de chocar, estalla una tormenta y un relámpago impacta sobre el altar, encendiendo el velo de la sacerdotisa (nuestros amigos Spontini y De Jouy añaden a la impactante escena, además, un volcán en plena erupción). Los soldados y los civiles huyen despavoridos, sin llegar a luchar. Cinna y Licinius aprovechan la confusión para bajar a la tumba y sacar a la desvanecida Julia de allí. El Pontífice Máximo lo toma como una señal de que Vesta ha perdonado a su sacerdotisa y que la ha liberado de sus votos. Julia y Licinius pueden, en fin, trasladarse al templo de Venus. Un final feliz, como aún exigía el gusto de la época (aunque el contemporáneo Cherubini había ignorado abiertamente esta preferencia en Medea, el primer ejemplo que se me ocurre). Por otra parte, también correspondía al del libretista.
El pueblo, las vestales y los sacerdotes abandonan la escena. Comienzan las danzas y las celebraciones en honor a Venus, y nuestros héroes pueden contraer matrimonio. Aquí encajamos el ballet final de la ópera.
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