Un año más, llegó la noche de San Ambrosio, fecha en la que la Scala de Milán abre oficialmente su temporada. Acontecimiento cultural y, cada vez más, social en el que el famoseo pasea sus galas por el mítico teatro. Público afortunado de la prima aparte, pudo verse en los cines de medio mundo y por la cadena Arte (esta en falso directo). Los que hubimos, en un primer momento, de conformarnos con la radio, sufrimos un primer acto lleno de interferencias gracias a la RAI, que servía el sonido a las demás emisoras, hasta llegar al desastre total en plena Habanera, cuando el sonido se cortó después de un horrible estruendo, como si al micrófono se le hubiera caído la araña del techo encima.
Se ha hablado bastante de esta Carmen, sobre todo en el aspecto escénico, y en cómo su directora, Emma Dante, había querido huir de la tópica ambientación sevillana, typical spanish, tan habitual en esta ópera de Bizet, que se presta tanto a interpretaciones dignas de una tienda de souvenirs. Se habló de una Carmen siciliana, africana, española, todo mezclado, en suma, de una mediterraneidad (perdónese el término); se habló de diversas provocaciones que han culminado en un espectáculo que, pese a no particularmente innovador, ha sufrido las iras de parte del público. Aunque había otros que la merecían todavía más; después de visionar la grabación de Arte, debo decir que la propuesta escénica de Emma Dante es el batiburrillo cultural más desternillante e involuntariamente (supongo) cómico que he presenciado desde que en cierta película hollywoodiense les dio por mezclar las Fallas con la Semana Santa de Sevilla. Pero eso, más tarde.
Hay que dejar claro que respecto al calamitoso Don Carlo que pudo verse el año pasado en la misma fecha, el salto de calidad es enorme. La toma de sonido de la radio no hizo justicia ni a Barenboim ni a la orquesta de la Scala, mucho mejor captados por los micrófonos de Arte (la toma radiofónica mataba absolutamente todos los matices que el director pudiera sacarle a la orquesta). Me ha parecido una Carmen dramática; con unos tempi más sosegados en el primer acto, lo que no equivale a aburridos. Todo esto lo saco de la segunda escucha gracias al vídeo, porque por radio, imposible.
Hay que dejar claro que respecto al calamitoso Don Carlo que pudo verse el año pasado en la misma fecha, el salto de calidad es enorme. La toma de sonido de la radio no hizo justicia ni a Barenboim ni a la orquesta de la Scala, mucho mejor captados por los micrófonos de Arte (la toma radiofónica mataba absolutamente todos los matices que el director pudiera sacarle a la orquesta). Me ha parecido una Carmen dramática; con unos tempi más sosegados en el primer acto, lo que no equivale a aburridos. Todo esto lo saco de la segunda escucha gracias al vídeo, porque por radio, imposible.
En el curso del intermedio, Lissner parecía reivindicar el hecho de que por primera vez la protagonista de San Ambrosio fuera una joven debutante de la Academia de la Scala, Anita Rachvelishvili. No me parece especial motivo de orgullo que el más legendario de los teatros de ópera tenga que recurrir a una novata para un papel tan importante, sino todo lo contrario. En todo caso, la georgiana se las arregló bastante bien en el aspecto vocal y espero que a partir de ahora tenga una gran carrera y que no se diluya como tantos jóvenes cantantes que alcanzan el estrellato de golpe. Lo que pasa es que cuando uno piensa en la Scala y en San Ambrosio piensa en niveles estratosféricos. Y no es el caso, claro. Ni de Anita Rachvelishvili ni de nadie más. Le faltó, a mi parecer, un poco más de sutileza. En el vídeo es menos efectiva. Primero porque la dirección de actores no contempla más que los gestos tópicos en tantas Cármenes del pasado. Manos en jarras, golpe de cadera, golpe de melena al compás de la Habanera, levantarse un poco las faldas. Nada nuevo bajo el sol. Segundo, porque se la nota un poco incómoda en sus movimientos en escena, algo que supongo irá mejorando con el tiempo. Los medios franceses han sido duros con la dicción de la protagonista y del resto del reparto.
Siempre digo que Jonas Kauffmann me desconcierta, porque no puedo superar los reparos que me causa su forma de emitir la voz. Plácido Domingo (presente en la función, ya que esta semana será homenajeado por la Scala milanesa) lo definía como "el mejor Don José de la actualidad". Es posible; además él si cumple uno de los requisitos para cantar en una noche de San Ambrosio: es una estrella. Cabe preguntarse si aparte de Kauffman al teatro le quedaba otra alternativa. Si hay cantantes que se desempeñan mejor que Rachvelishvili en Carmen, las opciones para Don José son mucho menores. Y además dos (Álvarez y Alagna)de esas posibilidades son tenores cuyas relaciones con la Scala no son precisamente buenas. A Kauffman le ocurre lo contrario que a la georgiana: su dramatismo en el vídeo es muy destacable; se le notan más tablas que a su compañera y su interpretación del final resulta conmovedora (teniendo en cuenta que Don José no es un personaje que me caiga especialmente simpático). Vocalmente lo encuentro menos eficaz, pese a que me gustaron algunos detalles. Es simplemente que no acaba de convencerme con esa voz que suena desde las profundidades.
Decepción absoluta en cuanto a los otros dos protagonistas de la función. Erwin Schrott me pareció una caricatura de Escamillo, no sólo por la manera en que cantó (o declamó) su aria de entrada y todo lo demás, sino por ser protagonista de alguno de los momentos más desacertados de la producción de Dante. El primero de ellos tiene que ver con unos desplegables que no correspondían a una corrida de toros (y desde luego tenían una relación lejana con lo que estaba cantando el matador), sino con otro tipo de festejo. A mí, que estoy lejos de ser taurina, me ha chocado la cosa. Para mal. En cuanto a Adriana Damato, Micaela, sonaba como la madre de Don José, con una voz que sonaba envejecida, poco apropiada para el personaje de jovencita arcangélica. Tal y como la canción de Escamillo, su dúo con Don José y su aria del Acto III pasaron en medio de un silencio glacial. Los dos recibieron su racioncilla de desaprobación del público en los saludos finales. De todas maneras, merecían mucha más de la que obtuvieron, para eso estaba allí la directora de escena, sobre la que se desató una tempestad de silbidos y abucheos desde las galerías.
La producción es una amalgama de distintas tradiciones, hasta el punto de ser disparatada. Tan disparatada que he pasado un rato muy divertido viéndola, a veces riendo a carcajada limpia (se nota que la he visto de balde, ¿verdad?). Valga como ejemplo la imagen del Acto IV, en el que nos encontramos al séquito de Escamillo, sospechosamente parecido en su vestuario a la Moma del Corpus de Valencia, rodeado de una masa que agita pañuelos rojos que se dirían basados en los encierros de San Fermín y la presencia del botafumeiro. Los soldados que relevan a la guardia entran en escena con un paso robótico, llevando sobre sus espaldas a unos cuantos niños en ropa interior, mientras el grueso de la compañía que comanda Don José también está formada por chiquillos (estos correctamente uniformados). El primer acto está lleno de elementos que distraen de la acción principal, como una mujer que se pone de parto en plena calle o tres personajes que sestean mientras se abanican. Las cigarreras aparecen muy modositas vestidas con un uniforme vagamente monacal del que se despojan en cuanto salen de la fábrica, para remojarse en la fuente (portátil) y desmadrarse ante los soldados y los demás ociosos. Algunos gestos se repiten dejando de ser efectivos de inmediato: durante la Habanera, cada vez que Carmen agita sus cabellos, los soldados dan un traspiés como si estuvieran a punto de desmayarse; el gag vuelve con cada vaivén de la gitana. Algo similar ocurre en la Chanson bohème del Acto II, en la que Carmen pone patas arriba a sus compañeras repetidas veces, y resuelta en una danza bastante estrambótica, uno de los tramos más hilarantes de la representación. Mención aparte merecen los eternos acompañantes de Micaela; un cura y unos monaguillos la siguen a todas partes, portando un crucifijo. Micaela puede ocultar un vestido de novia en su abrigo negro o metamorfosearse en la madre del desertor en el Acto III, lecho de muerte incluído. Podría seguir... Hay alguna cosa que me gustó: que Carmen ponga el arma en manos de su asesino (siempre he pensado que es una criatura más fatalista que abanderada de las libertades, y que sabe perfectamente cuál es su destino), o que el anillo que le arroja al final proceda de la madre de Don José.
De todas maneras, hay quien ha encontrado genial la propuesta de Dante,y hay muchos comentarios al respecto en foros y blogs italianos, y Lissner sostiene que se convertirá en un clásico. A quien no le ha hecho ninguna gracia es a Franco Zeffirelli, últimamente con muchos reflejos a la hora de criticar a todo director de escena que no sea él mismo. Después de las consideraciones que todos podemos imaginar, acaba diciendo que la Scala está muerta porque el loggione ha silbado poco esta Carmen. Habrá que recordarle lo que pensaba él del asunto cuando le echaron abajo su espantosamente recargada puesta en escena de Don Carlo, en otra noche de San Ambrosio. Al fin y al cabo, lo que hemos tenido ha sido una Carmen con mucha gente en escena y elementos secundarios a discreción. No muy diferente de lo que él suele hacer.
Siempre digo que Jonas Kauffmann me desconcierta, porque no puedo superar los reparos que me causa su forma de emitir la voz. Plácido Domingo (presente en la función, ya que esta semana será homenajeado por la Scala milanesa) lo definía como "el mejor Don José de la actualidad". Es posible; además él si cumple uno de los requisitos para cantar en una noche de San Ambrosio: es una estrella. Cabe preguntarse si aparte de Kauffman al teatro le quedaba otra alternativa. Si hay cantantes que se desempeñan mejor que Rachvelishvili en Carmen, las opciones para Don José son mucho menores. Y además dos (Álvarez y Alagna)de esas posibilidades son tenores cuyas relaciones con la Scala no son precisamente buenas. A Kauffman le ocurre lo contrario que a la georgiana: su dramatismo en el vídeo es muy destacable; se le notan más tablas que a su compañera y su interpretación del final resulta conmovedora (teniendo en cuenta que Don José no es un personaje que me caiga especialmente simpático). Vocalmente lo encuentro menos eficaz, pese a que me gustaron algunos detalles. Es simplemente que no acaba de convencerme con esa voz que suena desde las profundidades.
Decepción absoluta en cuanto a los otros dos protagonistas de la función. Erwin Schrott me pareció una caricatura de Escamillo, no sólo por la manera en que cantó (o declamó) su aria de entrada y todo lo demás, sino por ser protagonista de alguno de los momentos más desacertados de la producción de Dante. El primero de ellos tiene que ver con unos desplegables que no correspondían a una corrida de toros (y desde luego tenían una relación lejana con lo que estaba cantando el matador), sino con otro tipo de festejo. A mí, que estoy lejos de ser taurina, me ha chocado la cosa. Para mal. En cuanto a Adriana Damato, Micaela, sonaba como la madre de Don José, con una voz que sonaba envejecida, poco apropiada para el personaje de jovencita arcangélica. Tal y como la canción de Escamillo, su dúo con Don José y su aria del Acto III pasaron en medio de un silencio glacial. Los dos recibieron su racioncilla de desaprobación del público en los saludos finales. De todas maneras, merecían mucha más de la que obtuvieron, para eso estaba allí la directora de escena, sobre la que se desató una tempestad de silbidos y abucheos desde las galerías.
La producción es una amalgama de distintas tradiciones, hasta el punto de ser disparatada. Tan disparatada que he pasado un rato muy divertido viéndola, a veces riendo a carcajada limpia (se nota que la he visto de balde, ¿verdad?). Valga como ejemplo la imagen del Acto IV, en el que nos encontramos al séquito de Escamillo, sospechosamente parecido en su vestuario a la Moma del Corpus de Valencia, rodeado de una masa que agita pañuelos rojos que se dirían basados en los encierros de San Fermín y la presencia del botafumeiro. Los soldados que relevan a la guardia entran en escena con un paso robótico, llevando sobre sus espaldas a unos cuantos niños en ropa interior, mientras el grueso de la compañía que comanda Don José también está formada por chiquillos (estos correctamente uniformados). El primer acto está lleno de elementos que distraen de la acción principal, como una mujer que se pone de parto en plena calle o tres personajes que sestean mientras se abanican. Las cigarreras aparecen muy modositas vestidas con un uniforme vagamente monacal del que se despojan en cuanto salen de la fábrica, para remojarse en la fuente (portátil) y desmadrarse ante los soldados y los demás ociosos. Algunos gestos se repiten dejando de ser efectivos de inmediato: durante la Habanera, cada vez que Carmen agita sus cabellos, los soldados dan un traspiés como si estuvieran a punto de desmayarse; el gag vuelve con cada vaivén de la gitana. Algo similar ocurre en la Chanson bohème del Acto II, en la que Carmen pone patas arriba a sus compañeras repetidas veces, y resuelta en una danza bastante estrambótica, uno de los tramos más hilarantes de la representación. Mención aparte merecen los eternos acompañantes de Micaela; un cura y unos monaguillos la siguen a todas partes, portando un crucifijo. Micaela puede ocultar un vestido de novia en su abrigo negro o metamorfosearse en la madre del desertor en el Acto III, lecho de muerte incluído. Podría seguir... Hay alguna cosa que me gustó: que Carmen ponga el arma en manos de su asesino (siempre he pensado que es una criatura más fatalista que abanderada de las libertades, y que sabe perfectamente cuál es su destino), o que el anillo que le arroja al final proceda de la madre de Don José.
De todas maneras, hay quien ha encontrado genial la propuesta de Dante,y hay muchos comentarios al respecto en foros y blogs italianos, y Lissner sostiene que se convertirá en un clásico. A quien no le ha hecho ninguna gracia es a Franco Zeffirelli, últimamente con muchos reflejos a la hora de criticar a todo director de escena que no sea él mismo. Después de las consideraciones que todos podemos imaginar, acaba diciendo que la Scala está muerta porque el loggione ha silbado poco esta Carmen. Habrá que recordarle lo que pensaba él del asunto cuando le echaron abajo su espantosamente recargada puesta en escena de Don Carlo, en otra noche de San Ambrosio. Al fin y al cabo, lo que hemos tenido ha sido una Carmen con mucha gente en escena y elementos secundarios a discreción. No muy diferente de lo que él suele hacer.
vídeos de TenoreCorelli
Aunque aconsejo el vídeo, esta tarde a las 20:00 Radio Clásica emite en diferido la función (*). Por los problemas técnicos a los que me he referido al principio, prefiero no colgar el audio de esta Carmen. Veremos si surge otra fuente que al menos pueda escucharse.Termino con una nota frívola: Dan Brown, presente en la función de anoche, parece haber decidido inspirarse en la Scala para su próxima novela. Ya podemos echarnos a temblar.
(*) Edito para añadir el resultado. No es que sea una maravilla de sonido (más bien no), pero aquí no hay efecto candelabro que se desploma.
(*) Edito para añadir el resultado. No es que sea una maravilla de sonido (más bien no), pero aquí no hay efecto candelabro que se desploma.
CARMEN
Georges Bizet
Carmen, Anita Rachvelishvili
Don José, Jonas Kaufmann
Escamillo, Erwin Schrott
Micaela, Adriana Damato
Frasquita, Michèle Losier
Mercedes, Adriana Ku erová
Le Remendado, Rodolphe Briand
Le Dancaïre, Francis Dudziac
Zuniga, Gabor Bretz
Morales, Mathias Hausmann
Guide, Carmine Maringola
Lillas Pastia, Gabriel Da Costa
Orchestra e Coro del Teatro alla Scala di Milano
direttore, Daniel Barenboim
Si hay alguna novedad (vamos, una fuente mejor), lo cambiaré.Georges Bizet
Carmen, Anita Rachvelishvili
Don José, Jonas Kaufmann
Escamillo, Erwin Schrott
Micaela, Adriana Damato
Frasquita, Michèle Losier
Mercedes, Adriana Ku erová
Le Remendado, Rodolphe Briand
Le Dancaïre, Francis Dudziac
Zuniga, Gabor Bretz
Morales, Mathias Hausmann
Guide, Carmine Maringola
Lillas Pastia, Gabriel Da Costa
Orchestra e Coro del Teatro alla Scala di Milano
direttore, Daniel Barenboim
3 comentarios:
Nina,
Coincido plenamente con tus apreciaciones sobre la Carmen de ayer. A pesar de las muchas incoherencias escènicas, el montaje me gusto por su colorido, constante movimiento y espectacularidad, aunquè como suele pasar ultimamente, "los genios" que hacen las escenografias, se pasan de frenada.
Un abrazo
Nina, sigo desde hace mucho tu blog pero nunca he participado, y si lo hice fue hace muuucho tiempo, estoy totalmente de acuerdo con tus apreciaciones, es más, yo sufrí un ataque de risa en el cine por la acumulación de situaciones esperpénticas. Pero me divertí mucho, y al fin y al cabo, de eso se trata.
Josep: pues sí, ojalá para el Trovatore que se pudo ver el otro día en versión "concierto" (o casi) nos hubiesen puesto a la Dante. Nos habría mezclado todo, pero, ¿y lo bien que se lo pasa uno averiguando cuántas tradiciones juntas puede poner en una escena?
Maac, bienvenido. La Carmen me hizo reír hasta que me dolió. Me la guardo para los días de bajón, porque es acordarme de ella y vuelvo a reírme como una loca.
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