domingo, 28 de febrero de 2010

La Wally

Arturo Toscanini sentía tal devoción hacia la partitura de La Wally –la más conocida de las óperas de Alfredo Catalani- que se notó a la hora de bautizar a sus hijos, ya que su primogénito recibió el nombre de Walter y el segundo vástago, una niña, el de Wally. El compositor había muerto en 1893, a los treinta y nueve años, víctima de la tuberculosis. Había dejado tras de sí cinco óperas, un poema sinfónico, algunas canciones, un par de sinfonías y varias  piezas para piano. De todo eso, lo que más se recuerda es un aria convertida en vehículo de lucimiento al servicio de las sopranos: Ebben, ne andrò lontana. Las representaciones de La Wally  - por no hablar ya de Loreley o La Falce - son bastante más raras. Al mismo tiempo, las casas discográficas han mostrado escaso interés por grabarlas. Con la salvedad de la protagonizada en fecha tardía por Renata Tebaldi, gran defensora del papel, o la de Eva Marton, poco hay que provenga de los estudios, siempre más preocupados por llenar los estantes de nuevas Traviatas y Bohèmes, no todas ellas de gran nivel. Por eso el hecho de que ayer pudiese escuchar en directo una versión en concierto más que disfrutable me alegró enormemente. Así que de paso hablaré un poco de esta ópera un tanto maltratada por los programadores  y de sus orígenes. Aquellos que prefieran ir al grano y saltarse toda la palabrería, pueden ir al final de la entrada.

 Winhelmine von Hillern, la "madre literaria" de la Wally
El libreto de La Wally, firmado por Luigi Illica, se basó en una obra de Winhelmine von Hillern (1836-1916), Die  Gieier-Wally (en este enlace se le puede echar una hojeada en inglés). Von Hillern describía así a su protagonista, Wallburga (Wally es su diminutivo) Stromminger, famosa por la hazaña de haber escalado hasta el nido de un águila (o, según ,  un buitre) y haber criado después a su polluelo:
Es la más fuerte y la más hermosa muchacha del Tirol (...) pero es quisquillosa como una gata salvaje... Es una vergüenza, cómo persigue a los chicos a casa. Por supuesto, no es culpa suya. Su padre solía golpearla terriblemente, y la crió como a un muchacho.
Es curioso que Wally tenga raíces históricas; aunque desde luego en la obra de Von Hillern el personaje se mostró muy romantizado, se basaría en Anna Stainer-Knittel, nacida el 28 de julio de 1841 en Elbinenalp, en el Tirol. Su biografía, sin necesidad de adornos operísticos, es interesante de por sí. Sobrina del pintor Josef Anton Koch, heredó el talento artístico de su tío. Desde que era niña, Nanno, como la llamaban familiarmente, tenía el dibujo como actividad favorita. El litógrafo Anton Falger reparó en ella y ayudó a que tuviera una formación artística digna de ese nombre. Naturalmente, tuvo que enfrentarse a la hostilidad de sus colegas masculinos y a las barreras que la mentalidad de la época le imponía. Su condición de mujer le impedía entrar en la Academia de Bellas Artes de Munich, así que tuvo que arreglárselas con escuelas privadas donde era a menudo la única estudiante. Llegó a ganarse la vida pintando, como orgullosamente afirmaría ante el emperador Francisco José, que, tras encargarle un retrato de tamaño natural que Anna terminó en tiempo récord, le preguntó si pintaba muy a menudo. También en el terreno sentimental tenía las ideas muy claras; se casó con el hombre del que se enamoró, sin preocuparse por el permiso paterno. Anna fue repudiada entonces por su familia, pero consiguió reconciliarse con ellos más tarde, y hacer que su esposo, Engelbert Stainer, fuera aceptado.
Autorretrato de Anna Stainer, la verdadera Wally
La anécdota que hizo que Von Hillern se interesase por Anna tuvo lugar cuando ésta tenía diecisiete años. Coincidiendo con la mayor frecuencia de ataques de las águilas al ganado de Elbinenalp, la muchacha se vistió con los pantalones de su hermano y, con ayuda de una simple cuerda, llegó hasta el nido del ave y se llevó los polluelos, que crió ella misma, para luego venderlos.Años más tarde, Von Hillern, que se encontraba visitando el Tirol, encontró una postal de Anna en el nido del águila, lo que bastó para disparar su imaginación. Cambió el nombre de su protagonista, dándole el de Wally, así como el lugar en el que se desarrollaba la historia, que la escritora situó en el valle del Ötzal. La novela se hizo popular, dando lugar a una serie de obras de teatro, y, con el tiempo, varias películas. Von Hillern había romantizado la historia, de la que el libreto se aparta en algo esencial: el desenlace. La escritora había concedido a sus personajes un final feliz: Wally y Hagenbach volvían de la montaña y se casaban. 
¿Por qué Illica y Catalani optaron por el final trágico? Al parecer el libretista y Arrigo Boito fueron los que convencieron al compositor de la mayor efectividad de la escena de la avalancha. Catalani conocía el relato de Von Hillern a través de una traducción aparecida -supongo que por entregas- en un periódico italiano.  Trabajó sobre el libreto durante gran parte de 1891, estrenándose la ópera en la Scala de Milán el 20 de enero de 1892. La acogida fue muy favorable. Compositor, libretista y cantantes saludaron hasta doce veces. En septiembre de aquel mismo año, en su Lucca natal, fue homenajeado con una serie de representaciones de La Wally dirigidas por Toscanini. Su mala salud le impidió afrontar otro proyecto.

El argumento.

La acción se desarrolla en los pueblos de Hochstoff y Sölden, en el Tirol austriaco. Por cierto, sobre Hochstoff no he encontrado gran cosa, pero a Sölden sí podéis hacer una visita.

ACTO PRIMERO: El anciano Stromminger celebra su cumpleaños con un concurso de tiro. Quien da el disparo inaugural es Vincenzo Gellner, su administrador. Stromminger y él se burlan de las habilidades de Hagenbach, un cazador del vecino -y, se intuye, rival- pueblo de Sölden. Los presentes brindan por Gellner y por el terrateniente. En ese momento hace su entrada Walter, un joven poeta errante, amigo de Wally, la hija de Stromminger, con la que suele cantar. Stromminger le responde que no tiene la menor idea de dónde se oculta su rebelde descendencia. Walter se ofrece a cantar, revelando después de terminar que la canción -una leyenda sobre el Edelweiss y la desaparición de una muchacha en las montañas - finalice que Wally es la autora. Stromminger se asombra de que su hija haya compuesto algo tan triste. Gellner se lamenta de la frialdad del corazón de la muchacha, a la que ama. De pronto se oyen en la lejanía los cuernos de caza. Hagenbach y otros cazadores vuelven después de su jornada en los bosques. Hagenbach cuenta cómo ha abatido a un oso gigantesco que le salió al paso. Stromminger lo acusa de estar inventándose la historia, y la situación acaba estallando: Hagenbach zarandea al anciano y lo tira al suelo. Pero de inmediato se encuentra él en la situación de Stromminger. Una furiosa Wally irrumpe en escena y, al ver a su padre caído, arremete contra el cazador. Al reconocer a Hagenbach, se sonroja. La reunión se dispersa, después de que la Wally trate de calmar los ánimos del cazador. Cuando todos se han ido y Stromminger expresa en alta voz su ira contra Hagenbach, Gellner le hace caer en la cuenta de que Wally está enamorada del de Sölden. Pese a toda su ira contra el cazador, Stromminger capta en seguida el fondo de la cuestión: Gellner está enamorado de la Wally. Así que anuncia a su hija que será la esposa de Gellner. Por supuesto ella no está de acuerdo con el arreglo y ante la declaración del pretendiente sólo responde que no lo ama, ni lo amará jamás. Stromminger la conmina a aceptar la proposición, o de lo contrario la echará de casa. Wally se va en compañía de Walter. 
ACTO SEGUNDO. En Sölden. Es la fiesta del Corpus, y la plaza del pueblo está abarrotada. Ha pasado un año desde los hechos anteriores; Stromminger ha muerto y ahora Wally se ha convertido en la joven más rica de Hoffstof, una heredera apetecible que, sin embargo, rechaza altivamente a posibles pretendientes. Se sabe que acudirá a la fiesta. Gellner sabe por qué: naturalmente viene a ver a Hagenbach, lo que le llena de celos. Los presentes murmuran sobre la Wally, que tiene a orgullo el no haber sido besada aún. Picado ante el desafío, Hagenbach afirma que bailará con ella y que conseguirá un beso suyo. Afra, la posadera, le dice que no debe jugar con el amor. La llegada de la Wally, ricamente vestida, acapara la atención de todos. Está dispuesta a bailar con quien sea, ¿por qué no? Pero que nadie piense que va a conseguir besarla. Hasta ahora sólo ha tenido besos inmortales: los del viento, el sol, la nieve... No hay hombre que pueda competir con ello, pero aquél que la bese... será suyo. Y al decir esto último lanza una insinuante mirada a Hagenbach. Wally va a entrar a la iglesia del brazo de Walter cuando Gellner se interpone. Desde que es la patrona, no ha ido a saludarla; él tuvo la culpa de que un día la echaran de casa, y lo ha despedido. Gellner lo pasa por alto y declara nuevamente su amor a la joven, que se burla de él. Es una delicia para mí atormentarte, llega a decirle. Gellner le dice que sabe que si viene a las fiestas y se adorna, es en honor de Hagenbach, pero que es en vano: su boda con Afra ha sido fijada. Ahora es Gellner quien se burla de ella. Llevada por los celos, insulta a Afra, que rompe a llorar. La Wally le arroja unas monedas despectivamente, diciendo Yo sé cómo enjugar los ojos a las criadas. Hagenbach consuela a la posadera y apuesta ante sus compañeros que robará a la Wally un beso. Gellner la advierte del peligro, pero Wally, haciendo caso omiso, acepta bailar con Hagenbach. Wally le abre su corazón y Hagenbach dice amarla... ella se deja persuadir y el baile termina en un beso. La plaza entera, que estaba pendiente de la evolución de la danza, estalla en una carcajada. Ante la estupefacta mirada de la Wally, los jóvenes amigos del cazador pagan la apuesta y todos -incluído Hagenbach, que parece ignorarla- se marchan a beber. Las mujeres de Sölden se burlan de Wally, a la que sólo Walter y Gellner intentan ayudar. Volviéndose a este último, Wally le pregunta si la ama aún. Siempre, es la respuesta de Gellner. Ella señala a Hagenbach. Lo quiero muerto.
 
Preludio al Acto III de La Wally 
ACTO TERCERO.  De nuevo nos encontramos en Hochstoff, la noche después de la fiesta. Wally está en casa, acompañada de Walter. Ella está todavía vestida con sus galas, y pregunta ávidamente al muchacho si ha visto a Gellner. Teme que éste cumpla el encargo del que ya se arrepiente, y piensa en avisar a Hagenbach en cuanto amanezca. Pero Gellner está cerca de la casa, junto al puente que cruza el abismo. Después de interrogar a un viejo soldado que estaba presente en la fiesta, se entera de que han visto al cazador en el camino de Hochstoff. Gellner está atemorizado ante la idea de matarlo, pero el pensamiento de que es Wally quien así lo ordena le da valor. Cuando Hagenbach, que viene a pedirle perdón a la Wally, aparece cantando sobre el puente, aprovecha la oscuridad y lo empuja hacia el vacío. El cazador cae con un grito, que hace que Wally abra la ventana, alarmada. Gellner llama a su puerta, diciéndole que ha cumplido su deseo. Horrorizada, Wally lo arrastra hacia el puente, como si estuviera decidida a tirarse al vacío con el asesino. Pero un gemido sube desde el Ache: Gellner está vivo. Wally despierta a los habitantes de Hochstoff y todos se aprestan a llevar a cabo el rescate. Aparecen los habitantes de Sölden buscando al cazador. Entre ellos está Afra, que ya lo llora como si estuviese muerto. Los de Sölden culpan de su desaparición a la Wally. Ella desciende al abismo para buscarlo, ante el horror general. Mientras las mujeres rezan, se oye la voz exultante de la Wally desde el fondo: Hagenbach está vivo. Los habitantes de ambos pueblos unen sus esfuerzos para culminar el rescate. Wally aparece llevándo a cuestas; él está inconsciente. La joven se dirige a Afra, entregándole no sólo al cazador, sino todo cuando posee, su casa y sus campos. Luego se arrodilla ante Hagenbach y lo besa. Cuando despierte, dile que el beso que me robó, se lo he devuelto, dice la Wally a Afra, antes de dejar la aldea.
ACTO CUARTO. En las alturas del Murzol. Es Navidad. Wally se ha retirado a una apartada cabaña en la cima del monte. Walter está con ella, intentando convencerla de que vuelva al pueblo, pues el lugar ya no es seguro y los aludes son constantes. Wally rechaza el ofrecimiento y le dice que se marche; antes de que Walter obedezca, le entrega como regalo el collar que llevó a la fiesta de Sölden; es todo cuanto le queda. Después, le pide que cante la canción que compuso para él, una vez haya atravesado el glaciar. Walter se marcha entre lágrimas. Wally se dispone a morir sobre la nieve y parece ser víctima de alucinaciones. Pero la voz de Hagenbach, que la llama desde la lejanía, es bien real. El cazador aparece junto a ella, confesándole que, aún el día que la besó en Sölden por culpa de la apuesta, la amaba. La supuesta boda con Afra era un mentira. También Wally hace su confesión, y le cuenta que fue ella quien ordenó a Gellner que lo empujase al abismo. Pero el cazador sigue amándola, aun después de saberlo. Deciden bajar por el sendero, pero es tarde. La tormenta arrecia y la oscuridad reina sobre el Murzol. Hagenbach se adelanta para guiarla, avisando de que la nieve ha sepultado el camino. Wally se dispone a seguirlo, pero un alud los separa. Wally queda al borde del precipicio formado por la avalancha. Llama a Hagenbach, pero nadie responde. Sabiendo que él ha muerto, Wally se arroja al vacío para reunirse con él.

LA WALLY

ZaterdagMatinee, Concertgebouw Amsterdam, February 27, 2010


Wally: Eva-Maria Westbroek 
Stromminger: Kristof Klorek 
Vincenzo Gellner: Piero Terranova 
Giuseppe Hagenbach: Mats Carlsson 
Walter: Inna Dukach 
Afra: Serena Malfi 
Il pedone: Hugo Oliveira
Groot Omroepkoor & Radio Filharmonisch Orkest
GIULIANO CARELLA 
Aquí  

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