En su obra De l'Allemagne (generalmente considerada como una especie de manifiesto del Romanticismo), Germaine Necker, más conocida como Madame de Staël, incluía un análisis de las obras de Zacharias Werner, que en 1808 estrenaría su drama Attila (quien tenga tiempo y conocimientos suficientes de lengua alemana puede leerlo aquí). La Staël sentía curiosidad por el personaje, que se había convertido en uno de sus habituales de su residencia en Coppet. En cuanto a Werner, la admiraba... hasta llegar a cotas alarmantes (en cierta ocasión cayó de rodillas delante de la dama y rompió a llorar, así, sin más). Antes de resumir algunos de sus dramas, la Staël había escrito: Desde que Schiller ya no existe y Goethe ha dejado de escribir para la escena, es Werner el primer dramaturgo de Alemania; nadie sabe como él mezclar la tragedia con el encanto y la dignidad de la poesía antigua; sin embargo, eso que le hace tan admirable como poeta, es perjudicial para su éxito en el teatro. Sus piezas, que son de una rara belleza, si sólo nos fijamos en las canciones, en las odas, en los sentimientos religiosos y filosóficos que abundan en ellas, son criticables en cuanto dramas de acción. No es que Werner carezca de talento teatral, o incluso que no esté familiarizado con sus efectos menos que la mayoría de los escritores alemanes; pero parece como si deseara propagar un sistema de amor y religión con la ayuda del arte dramático, y que sus tragedias son el medio que usa para ello, en vez de un fin.
Madame de Staël incluía a continuación el resumen de algunas de sus obras, entre ellas Lutero y Attila. Esta, estrenada en 1808, se convirtió en un éxito, aparte de en objetivo de la censura napoleónica por razones bastante fáciles de adivinar. El plantel de personajes de este Attila en cinco actos, así como su argumento, son bastante más embrollados que en Verdi; aparte del rey de los hunos, de Ezio y de Hildegonda, su vengativa prometida, aparece la corte imperial en pleno, con Valentiniano, Gala Placidia y la princesa imperial Honoria, enamorada de Attila, el hijo de este... En esencia, la historia es muy similar. Hildegonda, princesa burgundia que ha perdido a su padre y a su prometido Walter (al que resucitaría como Foresto en la obra de Verdi) en la toma de Aquileia, jura vengarse de Attila. Hace todo lo posible para convertirse en su esposa, se gana su confianza curando sus heridas y convence al huno de que lo ama. Paralelamente, tiene lugar el famoso encuentro con el Papa León que además guía a Honoria hasta el campamento de los hunos la misma noche de bodas de Attila (lo que hizo a un crítico tachar la obra de "disparate"). Hildegonda mata en primer lugar al hijo de este, Irnak, cuyo cuerpo arrastra hasta la tienda de Attila. Después, mientras Attila se abraza al cadáver del muchacho, termina la tarea con el padre. Los hunos irrumpen e Hildegonda se proclama orgullosa la autora del doble crimen, antes de arrojarse sobre la espada para evitar el castigo. Sus últimas palabras las recoge el papa León. Sabedor de sus propósitos ha intentado impedirlos, advirtiendo a la vengativa mujer que el asesinato supondría su condena eterna. Hildegonde proclama su eterno amor por Walter y muere, mientras León cierra sus ojos y los de Attila y se entona un himno de alabanza. En cuanto a Aecio, hace tiempo que ha muerto en batalla. Total, que incluso en el drama de Werner ya resultaba más simpático el bárbaro que la civilizada Hildegonde. Al menos Odabella no es una infanticida.
1 comentario:
Hola: Perdona la intrusión. Tengo dos entradas para el estreno de Lulú el 28 y no puedo ir. Por si le interesa a alguien.
planta 5, fila 7 centradas. 60 €
lu.gar@telefonica.net
gracias
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