viernes, 11 de septiembre de 2009

Attila: el argumento

Attila es una ópera en un prólogo y tres actos que tiene una cronología más o menos exacta que la sitúa en torno al año 453, fecha en la que murió Atila, el gran líder de los hunos. También la ubicación geográfica es clara: Aquileia, ciudad que en el 452 fue arrasada por Atila; hasta tal punto fue destruida que después se hizo difícil reconocer su primitiva ubicación. Otra leyenda que se relaciona con la destrucción de Aquileia es que Atila se permitió el lujo de construirse un castillo para ver arder la ciudad. Algunos de los personajes que intervienen en la obra verdiana son reales; desde luego su protagonista, pero también Ezio, basado en el "último romano" Flavio Aecio. Incluso Odabella podría asimilarse a la última esposa de Atila, Ildico. El argumento es pese a todo ello bastante endeble, pero no sería la primera ni la última ópera en adolecer de un libreto algo disparatado. 
Antes de que el telón se abra sobre una Aquileia devastada, podemos disfrutar de uno de los preludios más bellos escritos por Verdi. Con lo fácil que habría sido introducir una sinfonía llena de marcial patriotismo, el compositor creó una música tan bella como melancólica. Claro que también habría sido fácil convertir a Attila en un villano feroz, cuando, como veremos, es  un personaje noble y probablemente el único de todos los principales que no actúa con doblez. 
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Prólogo. Los hunos acaban de tomar Aquileia, y tanto ellos como sus aliados celebran la victoria cantando las alabanzas de su soberano e invocando a Wotan (lo que es un elemento exótico, ya que poco se sabe de la verdadera religión de los hunos). No tarda en llegar el propio Attila, que después de alabar a los guerreros que han tomado la ciudad se sorprende cuando su esclavo Uldino hace pasar a un grupo de mujeres  que habían estado luchando contra los hunos y a las que, contra las órdenes de su señor, ha perdonado la vida. Entre el grupo está Odabella, la hija del soberano de Aquileia, que ha muerto en la toma de la ciudad. Cuando Attila averigua que las mujeres han estado luchando como guerreros, se extraña y pregunta a Odabella qué les ha impulsado a ello. Odabella responde con una encendida declaración de amor a su patria: las mujeres itálicas no son como las de los hunos, que se retiran a las tiendas y lloran por sus hombres, sino que empuñan las armas para defenderse. Al huno le fascinan la ira y la belleza de Odabella y le concede el favor que más desee. La joven pide que le devuelvan la espada. Attila le cede la suya. Odabella destina el acero a la venganza: Attila debe caer por su mano, y con su propia arma.
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Después de que Odabella y las demás mujeres salgan, Uldino anuncia a un enviado de Roma. Este resulta ser Ezio, un viejo conocido del guerrero huno. Ezio desea hablar a solas con Attila; en un primer momento le propone un pacto. Si deja Italia libre y bajo su mando se unirá a él y le ayudará a conquistar todo el Imperio, gobernado por incapaces. Attila no quiere oir hablar de ello. Si un guerrero noble como Ezio le propone un pacto de tal naturaleza, entonces es que el pueblo de Roma no merece respeto alguno y será conquistado por él. En ese caso, dice Ezio, no le queda otra opción que luchar contra él, como enviado de Roma. Además, recuerda a Attila que ya le ha derrotado en una ocasión.
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Entretanto, a las orillas de la laguna adriática, donde un día se alzará Venecia, los que han escapado de la toma de Aquileia han encontrado un refugio. Entre ellos se encuentra Foresto, el enamorado de Odabella. Foresto lamenta la suerte de la joven, a la que supone prisionera de Attila; la preferiría muerta antes que imaginarla cautiva y entre sus esclavas. Otros tratan de consolarlo con el pensamiento de que tal vez, la joven consiguió huir. En la laguna, Foresto vaticina que su patria volverá a surgir como el ave fénix, más espléndida aún, soberana de la tierra y de las aguas.
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Acto Primero. Escena primera. En el campamento de Attila, todos duermen. Solo Odabella se pasea por los alrededores como cada noche, lamentando su suerte, ahora que los hunos no pueden ser testigos de su dolor. Evoca a su padre y a Foresto, pero su melancolía es interrumpida por un joven vestido de huno...
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...que no es otro que Foresto disfrazado. El primer impulso de Odabella es correr a sus brazos, pero, ante su estupor, su amado la rechaza. La ha visto en mitad de los banquetes de Attila, sonriendo al asesino de su padre, al destructor de su ciudad. Odabella le replica que pretende revivir la historia de Judith y revela el deseo de venganza que anida en su corazón. Foresto pasa de la ira a la admiración y ambos se abrazan, más unidos que nunca.
 
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Escena segunda.  Attila se despierta en su tienda llamando a Uldino. Acaba de tener una pesadilla en la que un anciano dotado de un inmenso poder frenaba su avance hacia Roma. El terror lo ha dejado inmóvil, pero, despierto, intenta deshacerse de la sensación que le ha producido su sueño.
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De modo que, desechando su visión, convoca a sus guerreros y  ordena el ataque a Roma.  
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Sin embargo, en la lejanía se oyen cánticos que se aproximan... se trata de un cortejo de vírgenes y muchachos que preceden al papa León. Attila queda sobrecogido al ver que se trata del anciano de su sueño, que además pronuncia las mismas palabras: "¡Detente! Aquí te está prohibido el paso, pues este es el suelo de los dioses!" Cuando alza la vista, el huno ve dos figuras que empuñan espadas de fuego. Ante el poder divino, Attila se postra, en medio del estupor de sus guerreros, que nunca habían visto arrodillarse a su rey.
 
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Acto segundo. Escena primera. Ezio se encuentra en el campamento romano, leyendo un mensaje de su Emperador. Este le ordena que regrese a la capital, puesto que la tregua con los hunos ha sido firmada. Al general no le hace ninguna gracia recibir órdenes del que considera un mozalbete sin cualidades para gobernar el Imperio, pero se dispone a obedecer. Recuerda nostálgico los tiempos en los que Roma estaba en su esplendor y se pregunta quién puede reconocerla ahora. Un grupo de esclavos entra en escena y le transmite una invitación de Attila al banquete, ahora que se ha firmado la paz. Cuando los hunos se marchan, uno de ellos se queda atrás. Es Foresto, que sigue disfrazado. Le anuncia la próxima muerte de Attila y le dice que esté preparado para atacar con sus legiones. Ezio se dispone a luchar; prefiere caer como el último de los romanos, sin ver el final del Imperio.
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Escena segunda. Attila celebra el banquete en su tienda, recibiendo con honores a Ezio, convencido de que su presencia es un garante de la tregua firmada con Roma. Le ordena que se siente a su lado, pese al consejo de sus druidas (!) que le dicen que la presencia del general es de mal augurio y que no debe admitirlo a su lado. El rey hace caso omiso. Después de que las sacerdotisas entonen su cántico, una tormenta estalla. Foresto aprovecha la oscuridad que reina en la tienda (pues el viento ha apagado las antorchas) para verter veneno en la copa de Attila. Odabella lo advierte y se enfurece, pues considera al huno una especie de propiedad privada. Si no lo mata ella personalmente, no lo matará nadie. Así que cuando la calma retorna y las luces son de nuevo prendidas, detiene al rey cuando va a beber de la copa y le dice que está envenenada. Foresto se adelanta acusándose del hecho y Attila lo reconoce. Odabella reclama al joven como esclavo a cambio de haberle salvado la vida al rey. Este le concede la petición, y hace algo más: ella será su esposa y su reina. Mientras Foresto maldice la traición de su amada, ella le suplica que huya. Lo único que le importa es que viva, aunque la desprecie. Foresto aprovecha la oportunidad. Mientras tanto, los hunos piden a Attila que reanude el ataque contra los romanos.
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Acto tercero. En un bosque cercano al campamento de Attila, mientras se celebra la boda de éste con Odabella, Foresto espera noticias. Quien se las trae es Uldino, el esclavo personal del rey, que también forma parte del plan de ataque contra los hunos. Uldino le cuenta que el cortejo nupcial está a punto de llegar a la tienda de Attila. Cuando el esclavo se va, Foresto se lamenta de la traición de Odabella, por la que habría dado todo.
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Llega Ezio, que sólo espera una señal para que sus guerreros ataquen. No habrá piedad. Ningún huno debe regresar a su hogar. Mientras suenan los cánticos nupciales, Foresto se desespera. Ezio le exige que se contenga por la causa. Aparece Odabella, vestida con todos los atributos reales y huyendo de la tienda nupcial. Le parece ver la sombra de su padre que la recrimina. Mientras Ezio, exasperado, exige que se de la señal de ataque, Odabella y Foresto se embarcan en una discusión: él cree que el arrepentimiento de la esposa de Attila llega demasiado tarde, Odabella responde que sólo lo ha amado a él y que su corazón se ha mantenido puro. Attila, persiguiendo a su flamante esposa, llega para encontrarse a los tres juntos. De inmediato comprende lo que sucede, y recrimina a los conspiradores. ¡La mujer a la que ha hecho su reina, el hombre a quien perdonó la vida (a pesar de que había atentado contra la suya) y el general romano se unen, a escondidas, contra él! Odabella se arranca los emblemas reales: la sangre de su padre se interpone entre ella y Attila. Los romanos asaltan el campamento. Antes de que nadie se le adelante, Odabella hunde la espada en el corazón del huno, invocando a su padre. "¿Tu también, Odabella?", pregunta el rey, moribundo. Los guerreros de Ezio celebran la victoria.

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