Como todo el mundo sabrá, aparte de ser un estupendo libretista para Verdi y de firmar otros libretos más rocambolescos (el de La Gioconda, que parece un compendio de excesos románticos) con el pseudónimo de Tobia Gorrio, Boito también se dedicó a la composición, dejando dos óperas, Mefistofele y Nerone (que se estrenó póstumamente). La primera versión de Mefistofele, acusada de "wagneriana" en su estreno, se saldó con un fracaso. Sin embargo es la única ópera de Arrigo Boito que ha quedado más o menos establecida en el repertorio "habitual". Digamos que es una presencia relativa, ya que tampoco se representa con asiduidad, sobre todo si comparamos su presencia en los escenarios con Faust, la otra gran ópera sobre el mito recogido por Goethe. Para la nueva comparativa, se han escogido cuatro interpretaciones de Ave, Signor!, la entrada del diablo, Mefistófeles, que (básicamente) pide permiso para tentar a un mortal, Fausto. Los intérpretes son (como de costumbre) bastante reconocibles, aunque pertenecen a muy distintas épocas de la discografía... y tienen maneras muy diferentes de interpretar al personaje. Así que ahí los dejo. Otra cosa, no os asustéis por la posible intrusión de la publicidad, no puedo hacer nada para remediarlo.
MEFISTOFELE (Coi piè fermi sul Lembo del suo mantello) Ave Signor. Perdona se il mio gergo Si lascia un po' da tergo Le supreme teodfe del paradiso; Perdona se il mio viso Non porta il raggio Che inghirlanda i crini Degli alti cherubini; Perdona se dicendo Io corro rischio Di buscar qualche fischio. Il Dio della piccina terra Ognor traligna ed erra, E, a par di grillo Saltellante, a caso Spinge fra gli astri il naso, Poi con tenace fatuità superba Fa il suo trillo nell'erba. Boriosa polve! Tracotato atomo! Fantasima dell'uomo E tale il fa Quell'ebbra illusione Ch'egli chiama: Ragion, Ragion. Ah! Sì, Maestro divino, In buio fondo Crolla il padron del mondo, E non mi dà più il cuor, Tant' è fiaccato, Di tentarlo al mal. | MEFISTÓFELES (Con pie firme, cogiendo su capa) ¡Salve Señor! Perdona si mi jerga no tiene comparación con los cánticos celestiales. Perdona si mi rostro no muestra el halo que orna las sienes de los supremos querubines. Perdona si con mis palabras me arriesgo a ser reprendido. El amo de la minúscula tierra resbala por la pendiente y, como un saltamontes que saltara sin tino, clava la nariz en las estrellas; luego, tenaz, fatuo y soberbio, canta en la hierba. ¡Vano polvo! ¡Arrogante átomo! ¡Ridículo hombre! ¡A ese estado ha llegado, a causa de una estúpida ilusión a la que llama razón!... ¡Razón! Sí, divino Maestro, el amo del mundo se precipita en una oscura sima. Y yo, viéndolos tan débiles, no encuentro a nadie que merezca la pena tentar con el mal. |
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