jueves, 1 de octubre de 2009

Teatro Real: comienza la temporada

La última temporada antes de la esperada por algunos, temida por otros llegada de Gérard Mortier al Teatro Real acaba de abrirse con Lulu, de Berg. Resumiendo lo que ni siquiera las críticas oficiales han silenciado, la noche se saldó con espantada de buena parte del respetable, abucheo al director de escena (que correspondió a las iras del público con un corte de mangas), y aplausos al resto de los intérpretes, tanto a los cantantes como al director musical, Eliahu Inbal. En suma, fiasco de Lulu, para la que además no se habían vendido todas las entradas. Aquellos que deseen escucharla y no puedan acercarse por el Real, pueden optar por las ondas: Radio Clásica tiene programada la retransmisión el próximo día 10 a las 20:00.
Como ejemplo de las críticas de la prensa (aunque sea digital); la verdad es que no he encontrado demasiadas referencias de esta Lulu por la red... aparte de lo que se ha comentado en los foros y que dibuja la situación de fiasco con bastante más nitidez que las críticas que se pueden encontrar por ahí. Veamos lo que se escribe en el Diario Vasco...


 Cuentan y escriben los muy, muy, entendidos que esta ópera ya se ha convertido en una de las clásicas. Será según para dónde, porque después de lo visto ese clasicismo va a costar que tome raíces entre nosotros y eso ocurrirá con mucho esfuerzo y mayor atractivo escénico que el ofrecido.Si ya las tres horas de música atonal, cuajada de armonizaciones dodecafónicas, con un canto escrito (o mal escrito) ad hoc, son difíciles -con esfuerzo- de digerir, añádasele una puesta en escena en caja negra con dos únicos elementos decorativos cuales son una silla y un panel trasversal de plástico traslúcido integrado por ocho planchas, aderezado con una puesta en escena donde el nihilismo expresivo estaba en su pura esencia, y se obtienen dos escapadas como acción y reacción.
Y ahora lo que dicen en El País (la verdad es que no he encontrado demasiadas críticas sobre esta Lulu):
Inbal llevó la obra con contención y un alto grado de profesionalidad, consiguiendo de la orquesta una atmósfera sonora adecuada. Agneta Eichenholz canta bien, pero su dibujo de Lulu es hierático. Inquieta su actuación por su alejamiento de la perspectiva habitual de mujer fatal. La escasa definición psicológica de los personajes condiciona la representación. Grundheber o Groves se mueven con soltura. A Jennifer Larmore le está reservada la única frase de esperanza. Jack el Destripador la deja que siga viviendo y amando. Parte del público abandonó el teatro tras el primer acto y hubo cierta desbandada tras el segundo. Loy aceptó mal las protestas, el resto de los artistas fue aplaudido por el esfuerzo.

La verdad es que como siempre me chocan las opiniones extremas. El único contacto que tengo con Lulu es una escucha recientísima (lo confieso, llevada de la curiosidad precisamente por el estreno de la temporada en Madrid) y a pesar de no estar preparada para el atonalismo y esas cosas (la educación musical que recibí no da para eso; en realidad no da para casi nada, una es público egoísta y nunca podrá ser otra cosa) lo que escuché no me disgustó del todo.  Hasta es posible que, de tener posibilidad, me animara a verla. Aunque no la situaría entre mis óperas de cabecera, ni mucho menos. Pero es que los tópicos del esnobismo si se muestra interés por algo "contemporaneo" me chocan extraordinariamente. Igual que me chocan los de aquellos que desprecian la ópera italiana de cierto periodo como un mero chunda-chunda (no soporto que apliquen ese término, especialmente si se trata del Verdi joven o de Bellini) o de los que huyen de Wagner sistemáticamente. Debo de ser yo. 

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