De "manifiesto del Verismo" se ha calificado al fragmento operístico que va a ser protagonista durante el próximo mes de la comparativa habitual, que ha tenido unas cuantas semanas de descanso. Ruggero Leoncavallo estrenó Pagliacci en Milán en 1892. La leyenda nos cuenta que el libreto se basaba en un hecho real. Su propio padre, el juez que había instruído el caso, se lo había contado cuando era niño. En realidad, la historia - con una variante posterior, en la que llegó a afirmar que había sido testigo de los hechos -la habría difundido el propio compositor, acusado de plagiar una obra teatral de Catulle Mendès: La femme de Tabarin, estrenado en 1887. Leoncavallo habría replicado recordando a Mendès - que a su vez había sufrido acusaciones de plagio - el parecido de La femme de Tabarin con Un drama nuevo de Tamayo y Baus, en la que también hay una representación teatral que termina en asesinato. Nuestro compositor negaba haber visto ambos dramas. Algo que hoy se considera improbable, ya que se encontraba en París en la época en la que se estrenó La femme de Tabarin.
Al margen de la fuente primigenia de Leoncavallo, Pagliacci se convirtió en una de las obras más populares del repertorio, casi siempre acompañada de su "gemela", la obra de Mascagni Cavalleria Rusticana. También fue una de las primeras en grabarse íntegramente, así como en aparecer en las pantallas de cine. Sin duda el momento más conocido por todos es el aria del tenor, Vesti la giubba. Pero no vamos a ocuparnos de Canio, sino del malvado de la función, Tonio. Antes de alzarse el telón, este personaje que acaba desencadenando la tragedia, hace una verdadera declaración de intenciones que define la escuela verista. Este carácter de manifiesto hizo que, por ejemplo, Giancarlo del Monaco decidiera emplearlo al inicio del díptico verista que hace unos años pudimos ver en el Teatro Real de Madrid, y que ha sido inmortalizado en DVD. Para cerrar el círculo al final de la ópera, Tonio debía pronunciar la frase La commedia è finita. Lógico y consecuente. Sólo que la tradición - iniciada no recuerdo exactamente por quién, aunque por lo general se habla de Caruso - ha hecho que los tenores se apoderen de la frase. La tradición también ha regalado algún agudo de propina al Prólogo. Pues bien, en la comparativa de este mes nos encontramos con cuatro grabaciones históricas, como podréis deducir por el sonido. Andiam, incominciate!
PROLOGO (Tonio in costume da Taddeo corne nello commedia, passa a traversa al telone) TONIO Si può? Si può? Signore! Signori! Scusatemi se da sol mi presento. Io sono il Prologo. Poiché in scena ancor le antiche maschere mette l'autore, in parte ei vuol riprendere le vecchie usanza, e a voi di nuovo inviami. Ma non per dirvi, come pria: "Le lacrime che noi versiam son false! Degli spasimi e dei nostri martir non allarmatevi!" No, no. L'autore ha cercato invece pingervi uno squarcio di vita. Egli ha per massima sol che l'artista é un uom, e che per gli uomini scrivere ei deve. Ed al vero ispiravasi. Un nido di memoria in fondo a l'anima cantava un giorno, ed ei con vere lacrime scrisse, e i singhiozzi il tempo gli battevano! Dunque, vedrete amar si come s'amano gli esseri umani, vedrete de l'odio i tristi frutti. Del dolor gli spasimi, urli di rabbia, udrete, e risa ciniche! E voi, piuttosto che le nostre povere gabbane d'istrioni, le nostr'anime considerate, poiché siam uomini di carne e d'ossa, e che di quest'orfano mondo al pari di voi spiriamo l'aere! Il concetto vi dissi, or ascoltate com'egli é svolto. (gridando verso la scena) Andiam, incominciate! | PRÓLOGO (Tonio, vestido como el Tadeo de la Comedia del Arte, aparece a través del telón) TONIO ¿Se puede? ¿Se puede? Señoras, señores, discúlpenme si me presento a mí mismo. Soy el Prólogo. En escena, otra vez, las antiguas máscaras introduce el autor, en parte, queriendo restaurar la vieja usanza, y a ustedes me envía, de nuevo. Pero, no para decirles, como antes: "¡Las lágrimas que derramamos son falsas! ¡De los sufrimientos de nuestros mártires no se alarmen!" No, no. El autor, al contrario, ha intentado aprehender un trozo natural de la vida. Su máxima es que el artista es un hombre y, es para él, como tal, para quien debe escribir. Por ello se inspira en la realidad. Un nido de recuerdos, en el fondo de su alma, un día decidió cantar, y, con lágrimas verdaderas los escribió y, suspiros y sollozos le marcaban el compás. Así, verán amar, tal como se aman los seres humanos, verán del odio los tristes frutos. De dolor, espasmos, ¡gritos de rabia oirán, y cínicas risas! Y, ustedes, más que nuestros pobres gabanes de histriones, nuestras almas consideren, pues somos hombres y mujeres de carne y hueso, y de este huérfano mundo, como ustedes, respiramos igual aire! El concepto les he dicho; ahora, escuchen cómo se desenvuelve. (gritando hacia la escena) ¡Vamos! ¡Comenzad! |
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